CRONICAS DE VIAJES

Mayo 13, 2014

CRONICAS DE VIAJES

Mayo 13, 2014

Decía Marguerite Yourcenar en su afamado libro Una Vuelta por mi Cárcel que las personas viajaban en la búsqueda de aventuras o riquezas. Yo le agregaría que la búsqueda de riquezas es una aventura.

París: Llegué a la ciudad de las luces con muchas aprensiones. Hace dos años, después de una larga ausencia, había tomado la decisión de volver con toda mi familia y en aquella ocasión no terminaba de gustarme. Tú me habrías comentado que a ti te había tomado tiempo encontrarle el gusto a esta ciudad. La verdad es que a todas las ciudades hay que entenderles sus nomenclaturas para poder empezar a desmenuzarla. Hasta para tomar la decisión de en cuál hotel hospedarte necesitas conocer su composición y qué deseas hacer o visitar. Para mi suerte los clientes que me han traído me buscaron un hotel boutique que lleva por nombre el de aquel italiano tan importante en la historia y tan rechazado por la iglesia por sus ideas revolucionarias, como lo fue Galileo. Tal vez ya nadie sepa quién fue, de hecho ya a nadie le interesa la historia. Bueno, a mí que tanto me despierta pasión estas ciencias humanas, he llegado a preguntarme de qué sirve conocer el pasado. Pero eso es harina de otro costal.

Llegué al hotel y luche con mi jet lag con el fin de salir a ver la ciudad. Para mi suerte este hotel queda a tan sólo 45 pasos de los Campos Elíseos. Sí, esa extraordinaria avenida llena de tantos cafés y tiendas de alta gama. Pese a mi cansancio tomé la decisión de caminarla toda hasta llegar a la Plaza de la Concordia o como yo la llamo, La Plaza de la Discordia por ser el lugar donde fuese decapitado el Rey Luis XV. Me quedo contemplando el obelisco que según se dice fue un obsequio de Egipto a Napoleón, aunque yo tengo mis dudas, más bien me parece que se lo llevó durante sus cruzadas por África. Tú sabes, la historia la escribe el ganador.

Desde este punto miro hacia atrás y el espectáculo es extraordinario: una gran avenida llena de árboles, gente y un arco de gran tamaño denominado El Arco del Triunfo. No puedo evitar pensar en aquel fatídico día de junio de 1940 cuando las tropas alemanas entraron desfilando estas calles en señal de triunfo y los rostros de los franceses, algunos con lágrimas, otros con miedo y no faltó quien se alegrara. Aquí me doy cuenta que he vuelto a hablarte de la historia, perdóname es parte de mi naturaleza.

Camino sobre mis pasos, pero esta vez en la otra acera. Me impresiona cuantas personas han salido sólo a pasear. Recuerdo que es domingo y el solo paseo es una distracción.

Durante mi andar llama mi atención con profundidad que Francia ya no es de los franceses. Aquí escucho una multiplicidad de idiomas y veo cantidades de gentes de innumerables nacionalidades conviviendo dentro de una gran metrópoli. Las tiendas están abarrotadas y eso que son boutiques de las mejores marcas. Por ejemplo, Louis Vuiton tiene una fila exterior que hay que formar para poder ingresar. De verdad que el planeta está sobre poblado. Hasta las personas más adineradas deben formarse para gastar una pequeña fortuna en una cartera de plástico fino.

De repente he recordado que hace rato que no como y decido entrar en un café llamado George V, estratégicamente ubicado al frente del afamado club Lido. Pido algo de comer y empieza a llover. Veo al exterior y no hay nadie en la calle, sólo los carros y me pregunto qué se han hecho todos? La lluvia no demora más de diez minutos y como por arte de magia las aceras se llenan otra vez.

La observancia de los transeúntes me lleva a concluir que la mayoría sólo ha salido a comer un helado con sus hijos o tomar alguna copa de vino o una taza de café en las múltiples cafeterías del área, las cuales no cuentan con televisores. Ojala que esas ganas de convivir existieran en Panamá. Aquí me da la impresión, y creo no equivocarme, que el placer por la conversación y el intercambio de miradas, así como el trato personal no se ha perdido. Las personas lo disfrutan un montón.

Bueno mejor regreso al hotel a descansar.

Al amanecer del lunes voy a mi reunión de negocios, que en realidad es la verdadera razón de mi presencia en París. Ha sido maratónica. De 8:00 am a 7:00 pm.

Al concluir entro nuevamente en el dilema de irme a dormir o salir. Como quiera que tengo de todas formas que comer, decido ir a un café muy cerca del hotel en los mismos Campos Elíseos. Ya en su interior me percato que este café tiene sus orígenes en 1853. Oh no!!! -me he dicho- esto me va a costar. No me equivoco, pero qué importa estoy sólo y así puedo disfrutar viendo la gente pasar con un buen vino francés, de lo que no sé nada, pero que le he pedido al mesero chino que me atiende y que habla español, que me recomiende uno. Por suerte no me recomendó el más caro. En este país parece que hasta los meseros saben varios idiomas. Que cultura!!!!

Las paredes de este café están llenas de frescos que evocan la vida parisina del siglo XIX y algunas fotos de artista famosos que lo han visitado. Distingo a Jerry Lewis en 1953 y me llama la atención que en aquella época no existían aceras en esta avenida, sino que todo era hierba. Por cierto el café está lleno de árabes que se nota que les sobra del dinero. No es para menos, el lugar es de primera y con ello confirmo el tema multicultural del cual te hablé antes.

He pedido mi cena y empiezo a observar a la gente pasar. Otra vez el mismo panorama: cantidades de personas de múltiples nacionalidades. Pero en ese escenario hay algo que llama mi atención, el amor. No sé qué tiene París, pero aquí todos parecen enamorados. Las parejas van de la mano, abrazados o besándose sin inhibiciones de ningún tipo. Claro que no faltan los gais, pero no les presto mucha atención a ellos o ellas. La verdad que el amor debe estar en el aire en esta ciudad. Hasta las personas de edad avanzada van de las manos como símbolo de ese sentimiento profundo que ni los años han podido liquidar.

Bueno termina mi cena y me retiro. Mañana debo seguir viaje a Lisboa muy temprano.

Lisboa: Está ciudad desde el aire se ve espectacular. Mi reunión está programada para mañana 14, pero cuando hacia las reservas me percaté que el 13 de mayo es el día de la Virgen de Fatima y yo como buen miembro de la Compañía de Jesús he realizado los cambios necesarios, no sólo para llegar a tiempo, sino también para que me recojan en el aeropuerto para ir a visitar la Basílica, sitio de muchos milagros documentados, que se dieron a principio del siglo pasado.

Salgo del aeropuerto y me encuentro una ciudad ya más latina. Emprendemos ruta por una tremenda autopista denominada A1. El camino está lleno de viñedos y árboles. Entonces me surge una pregunta: Por qué la Virgen María escogió a Fatima como su lugar de aparición? Por qué prefirió México o Lourdes o Yugoslavia? Qué tienen estos lugares de especiales para que se dieran la concurrencia de tantos peregrinos y milagros? Me quedo sin respuestas.

Luego de un recorrido de una hora llegamos al pueblo de Fatima o más bien a la ciudad de Fatima. Sus calles están llenas de hoteles, restaurantes, tiendas, estacionamientos. Puede que entienda que el sitio necesite un número importante de hoteles y restaurantes, ya que la cifra de personas que vienen cada año es interminable. Pero por qué tantas tiendas? Si Jesús llegara por aquí de seguro que haría lo mismo que hizo en el templo, voltearles todo a los mercaderes.

En el centro de la ciudad está una iglesia de tamaño espectacular que los lugareños llaman la nueva con un patio central que en ese momento alberga unas cincuenta mil personas. Al fondo la Basílica con todo su esplendor.

Luego de algunas vueltas, me abro paso entre las gentes y logro llegar a la Basílica, donde para suerte mía no había nadie por estar todos escuchando la misa afuera. Llego a la parte del altar y me encuentro con la tumba de los tres niños que tuvieron el encuentro con la Virgen y a quienes se les confió los tres secretos ya conocidos por todos. Entonces pienso, “este campo si estaba lejos de cualquier ciudad a la redonda y sin embargo muchos vinieron el 13 mayo de 1917 en busca de algún milagro, y muchos lo obtuvieron”.

Doy una vuelta caminando por la ciudad y concluyo mi visita, y regreso a Lisboa.

Decía Marguerite Yourcenar en su afamado libro Una Vuelta por mi Cárcel que las personas viajaban en la búsqueda de aventuras o riquezas. Yo le agregaría que la búsqueda de riquezas es una aventura.

París: Llegué a la ciudad de las luces con muchas aprensiones. Hace dos años, después de una larga ausencia, había tomado la decisión de volver con toda mi familia y en aquella ocasión no terminaba de gustarme. Tú me habrías comentado que a ti te había tomado tiempo encontrarle el gusto a esta ciudad. La verdad es que a todas las ciudades hay que entenderles sus nomenclaturas para poder empezar a desmenuzarla. Hasta para tomar la decisión de en cuál hotel hospedarte necesitas conocer su composición y qué deseas hacer o visitar. Para mi suerte los clientes que me han traído me buscaron un hotel boutique que lleva por nombre el de aquel italiano tan importante en la historia y tan rechazado por la iglesia por sus ideas revolucionarias, como lo fue Galileo. Tal vez ya nadie sepa quién fue, de hecho ya a nadie le interesa la historia. Bueno, a mí que tanto me despierta pasión estas ciencias humanas, he llegado a preguntarme de qué sirve conocer el pasado. Pero eso es harina de otro costal.

Llegué al hotel y luche con mi jet lag con el fin de salir a ver la ciudad. Para mi suerte este hotel queda a tan sólo 45 pasos de los Campos Elíseos. Sí, esa extraordinaria avenida llena de tantos cafés y tiendas de alta gama. Pese a mi cansancio tomé la decisión de caminarla toda hasta llegar a la Plaza de la Concordia o como yo la llamo, La Plaza de la Discordia por ser el lugar donde fuese decapitado el Rey Luis XV. Me quedo contemplando el obelisco que según se dice fue un obsequio de Egipto a Napoleón, aunque yo tengo mis dudas, más bien me parece que se lo llevó durante sus cruzadas por África. Tú sabes, la historia la escribe el ganador.

Desde este punto miro hacia atrás y el espectáculo es extraordinario: una gran avenida llena de árboles, gente y un arco de gran tamaño denominado El Arco del Triunfo. No puedo evitar pensar en aquel fatídico día de junio de 1940 cuando las tropas alemanas entraron desfilando estas calles en señal de triunfo y los rostros de los franceses, algunos con lágrimas, otros con miedo y no faltó quien se alegrara. Aquí me doy cuenta que he vuelto a hablarte de la historia, perdóname es parte de mi naturaleza.

Camino sobre mis pasos, pero esta vez en la otra acera. Me impresiona cuantas personas han salido sólo a pasear. Recuerdo que es domingo y el solo paseo es una distracción.

Durante mi andar llama mi atención con profundidad que Francia ya no es de los franceses. Aquí escucho una multiplicidad de idiomas y veo cantidades de gentes de innumerables nacionalidades conviviendo dentro de una gran metrópoli. Las tiendas están abarrotadas y eso que son boutiques de las mejores marcas. Por ejemplo, Louis Vuiton tiene una fila exterior que hay que formar para poder ingresar. De verdad que el planeta está sobre poblado. Hasta las personas más adineradas deben formarse para gastar una pequeña fortuna en una cartera de plástico fino.

De repente he recordado que hace rato que no como y decido entrar en un café llamado George V, estratégicamente ubicado al frente del afamado club Lido. Pido algo de comer y empieza a llover. Veo al exterior y no hay nadie en la calle, sólo los carros y me pregunto qué se han hecho todos? La lluvia no demora más de diez minutos y como por arte de magia las aceras se llenan otra vez.

La observancia de los transeúntes me lleva a concluir que la mayoría sólo ha salido a comer un helado con sus hijos o tomar alguna copa de vino o una taza de café en las múltiples cafeterías del área, las cuales no cuentan con televisores. Ojala que esas ganas de convivir existieran en Panamá. Aquí me da la impresión, y creo no equivocarme, que el placer por la conversación y el intercambio de miradas, así como el trato personal no se ha perdido. Las personas lo disfrutan un montón.

Bueno mejor regreso al hotel a descansar.

Al amanecer del lunes voy a mi reunión de negocios, que en realidad es la verdadera razón de mi presencia en París. Ha sido maratónica. De 8:00 am a 7:00 pm.

Al concluir entro nuevamente en el dilema de irme a dormir o salir. Como quiera que tengo de todas formas que comer, decido ir a un café muy cerca del hotel en los mismos Campos Elíseos. Ya en su interior me percato que este café tiene sus orígenes en 1853. Oh no!!! -me he dicho- esto me va a costar. No me equivoco, pero qué importa estoy sólo y así puedo disfrutar viendo la gente pasar con un buen vino francés, de lo que no sé nada, pero que le he pedido al mesero chino que me atiende y que habla español, que me recomiende uno. Por suerte no me recomendó el más caro. En este país parece que hasta los meseros saben varios idiomas. Que cultura!!!!

Las paredes de este café están llenas de frescos que evocan la vida parisina del siglo XIX y algunas fotos de artista famosos que lo han visitado. Distingo a Jerry Lewis en 1953 y me llama la atención que en aquella época no existían aceras en esta avenida, sino que todo era hierba. Por cierto el café está lleno de árabes que se nota que les sobra del dinero. No es para menos, el lugar es de primera y con ello confirmo el tema multicultural del cual te hablé antes.

He pedido mi cena y empiezo a observar a la gente pasar. Otra vez el mismo panorama: cantidades de personas de múltiples nacionalidades. Pero en ese escenario hay algo que llama mi atención, el amor. No sé qué tiene París, pero aquí todos parecen enamorados. Las parejas van de la mano, abrazados o besándose sin inhibiciones de ningún tipo. Claro que no faltan los gais, pero no les presto mucha atención a ellos o ellas. La verdad que el amor debe estar en el aire en esta ciudad. Hasta las personas de edad avanzada van de las manos como símbolo de ese sentimiento profundo que ni los años han podido liquidar.

Bueno termina mi cena y me retiro. Mañana debo seguir viaje a Lisboa muy temprano.

Lisboa: Está ciudad desde el aire se ve espectacular. Mi reunión está programada para mañana 14, pero cuando hacia las reservas me percaté que el 13 de mayo es el día de la Virgen de Fatima y yo como buen miembro de la Compañía de Jesús he realizado los cambios necesarios, no sólo para llegar a tiempo, sino también para que me recojan en el aeropuerto para ir a visitar la Basílica, sitio de muchos milagros documentados, que se dieron a principio del siglo pasado.

Salgo del aeropuerto y me encuentro una ciudad ya más latina. Emprendemos ruta por una tremenda autopista denominada A1. El camino está lleno de viñedos y árboles. Entonces me surge una pregunta: Por qué la Virgen María escogió a Fatima como su lugar de aparición? Por qué prefirió México o Lourdes o Yugoslavia? Qué tienen estos lugares de especiales para que se dieran la concurrencia de tantos peregrinos y milagros? Me quedo sin respuestas.

Luego de un recorrido de una hora llegamos al pueblo de Fatima o más bien a la ciudad de Fatima. Sus calles están llenas de hoteles, restaurantes, tiendas, estacionamientos. Puede que entienda que el sitio necesite un número importante de hoteles y restaurantes, ya que la cifra de personas que vienen cada año es interminable. Pero por qué tantas tiendas? Si Jesús llegara por aquí de seguro que haría lo mismo que hizo en el templo, voltearles todo a los mercaderes.

En el centro de la ciudad está una iglesia de tamaño espectacular que los lugareños llaman la nueva con un patio central que en ese momento alberga unas cincuenta mil personas. Al fondo la Basílica con todo su esplendor.

Luego de algunas vueltas, me abro paso entre las gentes y logro llegar a la Basílica, donde para suerte mía no había nadie por estar todos escuchando la misa afuera. Llego a la parte del altar y me encuentro con la tumba de los tres niños que tuvieron el encuentro con la Virgen y a quienes se les confió los tres secretos ya conocidos por todos. Entonces pienso, “este campo si estaba lejos de cualquier ciudad a la redonda y sin embargo muchos vinieron el 13 mayo de 1917 en busca de algún milagro, y muchos lo obtuvieron”.

Doy una vuelta caminando por la ciudad y concluyo mi visita, y regreso a Lisboa.

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