Si ha existido un territorio que logró su independencia de España de manera poco usual, ese fue el de Panamá. Mientras que en otras latitudes del continente americano se realizaron batallas sangrientas por lograr la separación de la Corona española, nuestro país, si es que para entonces se le puede denominar así, la lograba de forma pacífica.
El resultado inicial de esta decisión fue ambivalente. Los próceres de ese momento no tenían claro qué hacer, y de hecho buscaron varias alternativas: unirnos a México, a Perú o a Colombia. La decisión fue la más obvia, pero al mismo tiempo muy desatinada. Pasamos a formar parte de Colombia, que desde un inicio nos consideró como una isla dentro de su territorio. Éramos un espacio al que no le prestaban la menor atención, donde la educación y la salud no llegaban; sin embargo, sus guerras sí.
La Guerra de los Mil Días ha sido la conflagración bélica más sangrienta que ha conocido el Istmo. No surgió en este territorio, tampoco sus causas incumbían a los propios; no obstante, sí se derramó la sangre y las lágrimas de panameños, y fue sin lugar a dudas la causa original de nuestra independencia de Colombia.
Este episodio surge de la división interna de los dos principales partidos políticos de Colombia, el Conservador y el Liberal. La
división conservadora la componían los denominados históricos y los nacionalistas. Los primeros eran los seguidores del presidente don Miguel Antonio Caro, y los segundos, los que se oponían al pretendido continuismo de aquel.
Por su parte, el Partido Liberal tenía dos ramificaciones, los llamados civilistas y los guerristas con la figura de don Rafael Uribe Uribe, quien era de la opinión de que la única fórmula para salir del letargo en que se encontraba su partido eran las armas.
Tras algunas argucias y valiéndose de un periódico que le pertenecía, Uribe Uribe logra sacar de la presidencia del Partido a don Aquileo Parra, y es éste el detonante que da inicio a la guerra.
Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera inician su revolución en suelo colombiano, fracasando en sus intentos por llegar al poder. Derrotados, Herrera viaja a Centroamérica con el fin de conseguir hombres y armas y regresar a la contienda y Uribe Uribe se exilia en Venezuela y posteriormente en Estados Unidos.
La guerra alcanza a Panamá cuando un grupo de hombres se alzaron en distintos puntos del país. Así pues, en Natá, Francisco Filós; Temístocles Díaz, José Agustín Arango, Domingo de la Rosa y Juan Antonio Mendoza, en Coclé. En ambos casos las fuerzas del gobierno los reprimieron rápidamente.
Por su parte, el caudillo liberal y que se convertiría en tres veces Presidente de Panamá, Belisario Porras, quien también simpatizaba con la línea de los liberales guerristas, convenció al presidente de Nicaragua, José Santos Zelaya, para que le proporcionara soldados, armas y transporte para realizar un desembarco en Punta Burica. Dentro de la revolución se le designó como Jefe Civil y Militar del Departamento de Panamá, y fue acompañado en su misión por Carlos Mendoza y Eusebio A. Morales, además se designó como jefe militar al general Emiliano Herrera.
Los primeros éxitos de estos hombres fueron asombrosos, pues gozaban de la simpatía del pueblo, lo que les permitió cosechar victorias casi de inmediato. Se hicieron denominar Ejército Restaurador. No sin algunas penalidades llegaron los guerreros a Panamá, lo cual puso al gobierno y en especial a su gobernador, general José María Campo Serrano, en muchos aprietos, trasladándose a Cartagena en busca de ayuda. Durante su ausencia dejó encargados de la acción militar a los generales Carlos Albán y Víctor Salazar. Estos dos generales cumplieron su misión con éxito, pero en gran medida a dos circunstancias que afectaron la labor de Porras: lo poco comprometida que estaba la tropa con la causa y lo sometida al vicio del alcohol, y las diferencias que surgieron entre éste y el general Emiliano Herrera, diferencias tan profundas que al momento de llevar a cabo el ataque sobre el puente de Calidonia, Herrera lo ejecutó de manera distinta a lo planeado. El resultado fue un gran número de víctimas y la capitulación de Porras y Herrera, no sin reproches del uno hacia el otro.
Casi un año y medio después, el 24 de diciembre de 1901, el general Benjamín Herrera desembarcó en las playas de Tonosí. Para aquel entonces gobernaba en el Departamento de Panamá, por mérito propio, el general Carlos Albán. Herrera tuvo conocimiento que el doctor Belisario Porras, quien pese a su fracaso en el puente de Calidonia había regresado a la contienda, se encontraba cercado en Aguadulce por las fuerzas del gobierno al mando del general Francisco Castro. La unión de estos produjo frutos favorables inicialmente, a tal punto que lograron hundir el buque Lautaro, en el cual se encontraba el general Carlos Albán, quien falleció en el acto. Como consecuencia de esto asumió el mando sobre el Departamento de Panamá Arístides Arjona.
Paralelamente, el general Manuel Quintero, miembro de las fuerza revolucionarias marchóse a Chiriquí con el fin de someter a las autoridades en esa provincia, lográndolo con todo éxito. Benjamín Herrera, por su parte, alcanzó la liberación de Aguadulce después de cruentas batallas.
Ante esas derrotas el gobierno designó al general Víctor Salazar como Jefe del Departamento de Panamá. En tanto que el vicepresidente de Colombia, José Manuel Marroquín, al ver que los insurgentes avanzaban victoriosos, solicitó al Gobierno de Estados Unidos de América su intervención, lo cual produjo el desembarco de las tropas americanas en nuestro territorio el 24 de septiembre de 1902. Con este hecho el ejército revolucionario no tuvo más remedio que deponer las armas y firmar el tratado de paz.
Estos fueron a grandes rasgos los acontecimientos que rodearon la campaña bélica más sangrienta que ha conocido este territorio. Lo que muy pocos saben es que la negociación del tratado de paz conocido como el Tratado de Wisconsin, pues se suscribió a bordo del buque de guerra norteamericano del mismo nombre, no fue tarea fácil. Tres días duraron las negociaciones en las cuales participaron Benjamín Herrera, Eusebio A. Morales y Lucas Caballero como representantes de la revolución y Víctor Salazar, Alfredo Vásquez Cobo y Nicolás Perdomo en representación del gobierno.
Esta intervención del Gobierno de Estados Unidos, lejos de interesarse por el bienestar de los panameños, se realizó para mantener y concluir con éxito la negociación y aprobación del Tratado del Canal, que más tarde se conocería como el Tratado Herran-Hay y, como se sabe, fue rechazado después por el Congreso colombiano.
Las consecuencias de la Guerra de los mil días y el rechazo del antes dicho tratado, fueron sin lugar a dudas las únicas razones que terminaron de convencer a los que hoy conocemos como nuestros próceres, de que la independencia de Panamá de Colombia era una necesidad y no un capricho que buscaba sacar de la pobreza en que nos encontrábamos los panameños.
Si ha existido un territorio que logró su independencia de España de manera poco usual, ese fue el de Panamá. Mientras que en otras latitudes del continente americano se realizaron batallas sangrientas por lograr la separación de la Corona española, nuestro país, si es que para entonces se le puede denominar así, la lograba de forma pacífica.
El resultado inicial de esta decisión fue ambivalente. Los próceres de ese momento no tenían claro qué hacer, y de hecho buscaron varias alternativas: unirnos a México, a Perú o a Colombia. La decisión fue la más obvia, pero al mismo tiempo muy desatinada. Pasamos a formar parte de Colombia, que desde un inicio nos consideró como una isla dentro de su territorio. Éramos un espacio al que no le prestaban la menor atención, donde la educación y la salud no llegaban; sin embargo, sus guerras sí.
La Guerra de los Mil Días ha sido la conflagración bélica más sangrienta que ha conocido el Istmo. No surgió en este territorio, tampoco sus causas incumbían a los propios; no obstante, sí se derramó la sangre y las lágrimas de panameños, y fue sin lugar a dudas la causa original de nuestra independencia de Colombia.
Este episodio surge de la división interna de los dos principales partidos políticos de Colombia, el Conservador y el Liberal. La
división conservadora la componían los denominados históricos y los nacionalistas. Los primeros eran los seguidores del presidente don Miguel Antonio Caro, y los segundos, los que se oponían al pretendido continuismo de aquel.
Por su parte, el Partido Liberal tenía dos ramificaciones, los llamados civilistas y los guerristas con la figura de don Rafael Uribe Uribe, quien era de la opinión de que la única fórmula para salir del letargo en que se encontraba su partido eran las armas.
Tras algunas argucias y valiéndose de un periódico que le pertenecía, Uribe Uribe logra sacar de la presidencia del Partido a don Aquileo Parra, y es éste el detonante que da inicio a la guerra.
Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera inician su revolución en suelo colombiano, fracasando en sus intentos por llegar al poder. Derrotados, Herrera viaja a Centroamérica con el fin de conseguir hombres y armas y regresar a la contienda y Uribe Uribe se exilia en Venezuela y posteriormente en Estados Unidos.
La guerra alcanza a Panamá cuando un grupo de hombres se alzaron en distintos puntos del país. Así pues, en Natá, Francisco Filós; Temístocles Díaz, José Agustín Arango, Domingo de la Rosa y Juan Antonio Mendoza, en Coclé. En ambos casos las fuerzas del gobierno los reprimieron rápidamente.
Por su parte, el caudillo liberal y que se convertiría en tres veces Presidente de Panamá, Belisario Porras, quien también simpatizaba con la línea de los liberales guerristas, convenció al presidente de Nicaragua, José Santos Zelaya, para que le proporcionara soldados, armas y transporte para realizar un desembarco en Punta Burica. Dentro de la revolución se le designó como Jefe Civil y Militar del Departamento de Panamá, y fue acompañado en su misión por Carlos Mendoza y Eusebio A. Morales, además se designó como jefe militar al general Emiliano Herrera.
Los primeros éxitos de estos hombres fueron asombrosos, pues gozaban de la simpatía del pueblo, lo que les permitió cosechar victorias casi de inmediato. Se hicieron denominar Ejército Restaurador. No sin algunas penalidades llegaron los guerreros a Panamá, lo cual puso al gobierno y en especial a su gobernador, general José María Campo Serrano, en muchos aprietos, trasladándose a Cartagena en busca de ayuda. Durante su ausencia dejó encargados de la acción militar a los generales Carlos Albán y Víctor Salazar. Estos dos generales cumplieron su misión con éxito, pero en gran medida a dos circunstancias que afectaron la labor de Porras: lo poco comprometida que estaba la tropa con la causa y lo sometida al vicio del alcohol, y las diferencias que surgieron entre éste y el general Emiliano Herrera, diferencias tan profundas que al momento de llevar a cabo el ataque sobre el puente de Calidonia, Herrera lo ejecutó de manera distinta a lo planeado. El resultado fue un gran número de víctimas y la capitulación de Porras y Herrera, no sin reproches del uno hacia el otro.
Casi un año y medio después, el 24 de diciembre de 1901, el general Benjamín Herrera desembarcó en las playas de Tonosí. Para aquel entonces gobernaba en el Departamento de Panamá, por mérito propio, el general Carlos Albán. Herrera tuvo conocimiento que el doctor Belisario Porras, quien pese a su fracaso en el puente de Calidonia había regresado a la contienda, se encontraba cercado en Aguadulce por las fuerzas del gobierno al mando del general Francisco Castro. La unión de estos produjo frutos favorables inicialmente, a tal punto que lograron hundir el buque Lautaro, en el cual se encontraba el general Carlos Albán, quien falleció en el acto. Como consecuencia de esto asumió el mando sobre el Departamento de Panamá Arístides Arjona.
Paralelamente, el general Manuel Quintero, miembro de las fuerza revolucionarias marchóse a Chiriquí con el fin de someter a las autoridades en esa provincia, lográndolo con todo éxito. Benjamín Herrera, por su parte, alcanzó la liberación de Aguadulce después de cruentas batallas.
Ante esas derrotas el gobierno designó al general Víctor Salazar como Jefe del Departamento de Panamá. En tanto que el vicepresidente de Colombia, José Manuel Marroquín, al ver que los insurgentes avanzaban victoriosos, solicitó al Gobierno de Estados Unidos de América su intervención, lo cual produjo el desembarco de las tropas americanas en nuestro territorio el 24 de septiembre de 1902. Con este hecho el ejército revolucionario no tuvo más remedio que deponer las armas y firmar el tratado de paz.
Estos fueron a grandes rasgos los acontecimientos que rodearon la campaña bélica más sangrienta que ha conocido este territorio. Lo que muy pocos saben es que la negociación del tratado de paz conocido como el Tratado de Wisconsin, pues se suscribió a bordo del buque de guerra norteamericano del mismo nombre, no fue tarea fácil. Tres días duraron las negociaciones en las cuales participaron Benjamín Herrera, Eusebio A. Morales y Lucas Caballero como representantes de la revolución y Víctor Salazar, Alfredo Vásquez Cobo y Nicolás Perdomo en representación del gobierno.
Esta intervención del Gobierno de Estados Unidos, lejos de interesarse por el bienestar de los panameños, se realizó para mantener y concluir con éxito la negociación y aprobación del Tratado del Canal, que más tarde se conocería como el Tratado Herran-Hay y, como se sabe, fue rechazado después por el Congreso colombiano.
Las consecuencias de la Guerra de los mil días y el rechazo del antes dicho tratado, fueron sin lugar a dudas las únicas razones que terminaron de convencer a los que hoy conocemos como nuestros próceres, de que la independencia de Panamá de Colombia era una necesidad y no un capricho que buscaba sacar de la pobreza en que nos encontrábamos los panameños.