El Lenguaje Noticioso Panameño

Abril 12, 2014

El Lenguaje Noticioso Panameño

Abril 12, 2014

En estos tiempos modernos en todos los países de mundo, y Panamá no es la excepción, los medios de comunicación y muy especialmente los televisivos han venido estableciendo las pautas de conducta de los ciudadanos. Este cuarto poder, como se le suele llamar, es especialista en detectar cuáles son las programaciones que atraen más al público y en ella se ensañan, aunque ello signifique anteponer lo circense, al conocimiento intelectual.

De todos los noticieros que he tenido oportunidad de ver en el mundo, el de Panamá me ha resultado el más pintoresco por la poco o nula elocuencia de sus periodistas, que debiera ser motivo de grandísima preocupación para todos, pues ello es un vivo ejemplo de la calidad de la enseñanza de nuestras universidades.

Los noticieros nocturnos siempre tienen la costumbre de enfocar la primera noticia en algún acontecimiento fatídico de barrio, como puede ser el apuñalamiento de una persona, el robo de un poste de guindar ropa o la desaparición del celular de un ciudadano en un taxi. La idea es pretender demostrar que la seguridad del país está peor de lo que creemos. Esto nada tiene que ver con el gobierno de turno, antes bien lo que desean es captar la atención de la mayoría de la población guiándolos hacia un sentimiento de miedo permanente a todo lo que nos rodea.

Los noticieros suelen desplazar al lugar del acontecimiento a todo su equipo televisivo a fin que de forma rápida y directa nos pongan al corriente del suceso. El periodista o la periodista utilizan su léxico el cual cuenta con varias palabras básicas que no suele dejar nunca por fuera, como lo son: precisamente, específicamente, lo que es, a esta hora, básicamente, reportándose, registrándose o dar. Eso sin contar que me ha tocado oír decir frases como: “persona octogenario de ochenta años”, ni modo que sea de setenta; o la palabra “chequeadores” y que decir cuando reportan el tráfico, siempre utilizan la frase “trafico descomunal”, como si existieran varias clases de tráficos.

Así por ejemplo, al iniciar el noticiero dice el periodista que se encuentra en el estudio: “Vámonos hasta San Miguelito donde precisamente se está registrando otro siniestro a esta hora, a ver qué está pasando a esta hora”; luego de lo cual el periodista que se encuentra en el lugar contesta: “Nos encontramos a esta hora precisamente en lo que es el barrio de San Miguelito, específicamente a la altura calle cuarta donde básicamente acaba de reportarse un hurto de una billetera”. Concluido el reportaje regresan al estudio y el periodista cierra la noticia diciendo: “Esta es la noticia que se registra en este país a esta hora, esta aumento de la violencia en la que nadie acepta responsabilidades”.

Cuando se trata de noticias relativas a incendios de casas condenadas, no encuentran mejores palabras que: vital líquido para referirse al agua, camisas rojas para hablar de los bomberos y la frase “ha dejado sin techo a tantas familias”. Como si la desgracia que aqueja a los residentes de la casa no fuera mucha, el periodista se le acerca para hacerle una entrevista a aquel que más afectado encuentre y nunca duda en preguntar, cómo se siente. A quién se le podría ocurrir preguntar eso? Cuál cree el periodista que será la respuesta? Tal vez espera que le diga que está feliz, pues iba a remodelar la casa y ahora no tiene que tumbar paredes. Y por supuesto el periodista inmediatamente en nombre de los moradores del viejo caserón hace un llamado a las autoridades y específicamente al Presidente de la República para que se apersone a lo que es el lugar de los hechos.

Desde que a los productores de los noticieros se les ocurrió darles Ipad a los presentadores de noticias, estos no creen en nadie. No importa a quien están entrevistando, no dejan de ver el dichoso aparato. Interrumpen al invitado para poner al aire una llamada telefónica de algún televidente deseoso de desahogarse con el entrevistado, algo nunca visto en ningún país.

Este panorama no debe ser motivo de risa, ya que aunque no se crea estos comunicadores sociales son orientadores y personas influyentes en la mayoría de la sociedad, a la que se le están transmitiendo una forma de hablar que sin lugar a dudas influye y queda en ella como si este fuera un leguaje correcto.

En estos tiempos modernos en todos los países de mundo, y Panamá no es la excepción, los medios de comunicación y muy especialmente los televisivos han venido estableciendo las pautas de conducta de los ciudadanos. Este cuarto poder, como se le suele llamar, es especialista en detectar cuáles son las programaciones que atraen más al público y en ella se ensañan, aunque ello signifique anteponer lo circense, al conocimiento intelectual.

De todos los noticieros que he tenido oportunidad de ver en el mundo, el de Panamá me ha resultado el más pintoresco por la poco o nula elocuencia de sus periodistas, que debiera ser motivo de grandísima preocupación para todos, pues ello es un vivo ejemplo de la calidad de la enseñanza de nuestras universidades.

Los noticieros nocturnos siempre tienen la costumbre de enfocar la primera noticia en algún acontecimiento fatídico de barrio, como puede ser el apuñalamiento de una persona, el robo de un poste de guindar ropa o la desaparición del celular de un ciudadano en un taxi. La idea es pretender demostrar que la seguridad del país está peor de lo que creemos. Esto nada tiene que ver con el gobierno de turno, antes bien lo que desean es captar la atención de la mayoría de la población guiándolos hacia un sentimiento de miedo permanente a todo lo que nos rodea.

Los noticieros suelen desplazar al lugar del acontecimiento a todo su equipo televisivo a fin que de forma rápida y directa nos pongan al corriente del suceso. El periodista o la periodista utilizan su léxico el cual cuenta con varias palabras básicas que no suele dejar nunca por fuera, como lo son: precisamente, específicamente, lo que es, a esta hora, básicamente, reportándose, registrándose o dar. Eso sin contar que me ha tocado oír decir frases como: “persona octogenario de ochenta años”, ni modo que sea de setenta; o la palabra “chequeadores” y que decir cuando reportan el tráfico, siempre utilizan la frase “trafico descomunal”, como si existieran varias clases de tráficos.

Así por ejemplo, al iniciar el noticiero dice el periodista que se encuentra en el estudio: “Vámonos hasta San Miguelito donde precisamente se está registrando otro siniestro a esta hora, a ver qué está pasando a esta hora”; luego de lo cual el periodista que se encuentra en el lugar contesta: “Nos encontramos a esta hora precisamente en lo que es el barrio de San Miguelito, específicamente a la altura calle cuarta donde básicamente acaba de reportarse un hurto de una billetera”. Concluido el reportaje regresan al estudio y el periodista cierra la noticia diciendo: “Esta es la noticia que se registra en este país a esta hora, esta aumento de la violencia en la que nadie acepta responsabilidades”.

Cuando se trata de noticias relativas a incendios de casas condenadas, no encuentran mejores palabras que: vital líquido para referirse al agua, camisas rojas para hablar de los bomberos y la frase “ha dejado sin techo a tantas familias”. Como si la desgracia que aqueja a los residentes de la casa no fuera mucha, el periodista se le acerca para hacerle una entrevista a aquel que más afectado encuentre y nunca duda en preguntar, cómo se siente. A quién se le podría ocurrir preguntar eso? Cuál cree el periodista que será la respuesta? Tal vez espera que le diga que está feliz, pues iba a remodelar la casa y ahora no tiene que tumbar paredes. Y por supuesto el periodista inmediatamente en nombre de los moradores del viejo caserón hace un llamado a las autoridades y específicamente al Presidente de la República para que se apersone a lo que es el lugar de los hechos.

Desde que a los productores de los noticieros se les ocurrió darles Ipad a los presentadores de noticias, estos no creen en nadie. No importa a quien están entrevistando, no dejan de ver el dichoso aparato. Interrumpen al invitado para poner al aire una llamada telefónica de algún televidente deseoso de desahogarse con el entrevistado, algo nunca visto en ningún país.

Este panorama no debe ser motivo de risa, ya que aunque no se crea estos comunicadores sociales son orientadores y personas influyentes en la mayoría de la sociedad, a la que se le están transmitiendo una forma de hablar que sin lugar a dudas influye y queda en ella como si este fuera un leguaje correcto.

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