Armando Empresa, es un hombre de negocios panameño, que se ha levantado a las 5:30 de la mañana con la excusa de hacer algo de ejercicio. A las 5:50 a.m. enciende el televisor para ver las noticias. Realmente, no sabe por qué lo hace, pues desde que empieza el noticiero hasta que termina verá y escuchará las interminables disputas entre políticos, el informe de asesinatos de la noche anterior y un reporte del tráfico en la capital.
Observa con estupor las múltiples visitas de ministros y diputados al canal de televisión a exponer quién justifica la mejor trampa, y se dice a sí mismo que esa noticia sólo servirá como tema de conversación durante todo el día en los cafés, restaurantes y redes sociales. Hasta alguno hará un chiste o meme sobre alguno de los temas tratados, se recalca en su mente.
Mientras se prepara para ir a su oficina le viene a la memoria aquella época cuando era niño, donde le había tocado vivir en Panamá bajo el paraguas de una dictadura impuesta tras el golpe de Estado de 1968, y que aunque para él vivir en aquellos años significaba la imposición de privar al ciudadano de ciertas libertades, al no tener otra experiencia política o no conocer la libertad plena, percibía todo aquello como natural. Luego recuerda qué había sucedido para que el país fuese llevado por aquellos senderos y lo asocia con una realidad tan parecida a la actual: políticos insensatos, desconectados de la realidad y buscadores de prebendas y espacios políticos que los beneficien sin importarles el ciudadano común y, muy especialmente, los que se convirtieron en estranguladores de la esperanza de una mejor educación.
Armando Empresario sale a su oficina en un tranque digno de documentar. Las calles parecen un estacionamiento, nadie se mueve; ¡claro!, el crecimiento urbano se ha desarrollado de forma desordenada, donde los ministros de Vivienda han cambiado sin respeto las zonificaciones de barrios enteros, acabando con la buena calidad de vida en la ciudad.
En ese momento le llega un chat invitándolo a la próxima marcha en pro de Panamá. Se pregunta si debe o no asistir. Al fin y al cabo, las anteriores han sido concurridas por asistentes que no hacen causa común sino por una diversidad de motivos tan multicolores que van desde la corrupción, la inoperancia de la Asamblea de Diputados, la llamada pérdida de la institucionalidad que nadie sabe qué es en realidad, hasta el “modernismo multicolor”, factores que no permiten que el país encuentre una causa común.
Perdido en sus pensamientos, mientras trata de avanzar y llegar a su oficina, le viene a la mente aquella generación que se organizó después del golpe de Estado de 1968 para luchar de frente contra la dictadura militar y que de forma organizada encontrando un propósito común que los llevó a carcelazos, exilio y hasta muerte, pero que por 21 años no se rindieron. Descansaron cuando pudieron, meditaron cuando fue necesario, conversaron para tratar de llegar a acuerdos, descuidando sus propias familias cual discípulos de Jesús, en el entendido de que sus hijos no vivieran en un país secuestrado por una pandilla de sinvergüenzas. Ya en 1987, harían su acto final que concluiría de la manera más trágica, pero que arrancaría de una banda el poder y se activaría una libertad nunca antes vista por él.
Finalmente, Armando ha llegado a su oficina. Le esperan miles de problemas, lo que le hace olvidarse de todo lo demás. Pero entre esa multiplicidad de dificultades que tendrá que afrontar como empresario está el pagar la planilla y todos los gastos de su empresa en una economía donde el gobierno se esmera por complicarla con trámites burocráticos y obstáculos olvidando que la riqueza de un país la generan las empresas. Es que resulta ser que los políticos entre tantas peleas estériles se han olvidado crear nuevas estructuras que busquen mejorar la nación. Cuando se les ha reclamado públicamente, el mandatario de turno, culpa de la catastrófica política económica al presidente anterior. ¡Qué casualidad, el mandatario anterior hizo lo mismo! Esto se ha vuelto una excusa permanente, piensa Armando. Y ahora me tratan de vender la inoperancia de la economía local con la excusa de que a los países vecinos les va mal y que por rebote llega a este país el decrecimiento, dirá en voz alta el empresario.
Luego de una larga faena por lograr sacar su negocio adelante, del cual ya casi se le han acabado los trucos, vuelve a sumergirse en el tráfico escuchando el noticiero nocturno en el carro, dándose cuenta de que entre la mañana y la tarde no ha cambiado nada: los intereses del político van primero, los regalos y las prebendas para los que no trabajan van después, para que se diga de los mandatarios que han hecho algo por este país –será creando parasitismo–, pero las alternativas para los empresarios no existen, sólo más trabas, más fiscalización y más burocracia.
Termina el día para Armando Empresario. Él ya sabe cómo va a concluir esta historia, como cualquier ciudadano lo está viendo venir, todos lo comentan y lo peor es que nadie da un golpe de timón, la población está inamovible sin buscar una causa común que los una. Como ha sucedido en el pasado en este país y ahora con tantas libertades, no hemos sabido aprovechar la gran cantidad de información a través de diversos medios ni la comunicación a la cual tenemos acceso para hacer cumplir ni valer las leyes, sólo hacemos los primeros intentos y nos adormecemos esperando que haya una voz cantante; por eso creo que un buen inicio sería exigir una constituyente como causa común.
Armando Empresa, es un hombre de negocios panameño, que se ha levantado a las 5:30 de la mañana con la excusa de hacer algo de ejercicio. A las 5:50 a.m. enciende el televisor para ver las noticias. Realmente, no sabe por qué lo hace, pues desde que empieza el noticiero hasta que termina verá y escuchará las interminables disputas entre políticos, el informe de asesinatos de la noche anterior y un reporte del tráfico en la capital.
Observa con estupor las múltiples visitas de ministros y diputados al canal de televisión a exponer quién justifica la mejor trampa, y se dice a sí mismo que esa noticia sólo servirá como tema de conversación durante todo el día en los cafés, restaurantes y redes sociales. Hasta alguno hará un chiste o meme sobre alguno de los temas tratados, se recalca en su mente.
Mientras se prepara para ir a su oficina le viene a la memoria aquella época cuando era niño, donde le había tocado vivir en Panamá bajo el paraguas de una dictadura impuesta tras el golpe de Estado de 1968, y que aunque para él vivir en aquellos años significaba la imposición de privar al ciudadano de ciertas libertades, al no tener otra experiencia política o no conocer la libertad plena, percibía todo aquello como natural. Luego recuerda qué había sucedido para que el país fuese llevado por aquellos senderos y lo asocia con una realidad tan parecida a la actual: políticos insensatos, desconectados de la realidad y buscadores de prebendas y espacios políticos que los beneficien sin importarles el ciudadano común y, muy especialmente, los que se convirtieron en estranguladores de la esperanza de una mejor educación.
Armando Empresario sale a su oficina en un tranque digno de documentar. Las calles parecen un estacionamiento, nadie se mueve; ¡claro!, el crecimiento urbano se ha desarrollado de forma desordenada, donde los ministros de Vivienda han cambiado sin respeto las zonificaciones de barrios enteros, acabando con la buena calidad de vida en la ciudad.
En ese momento le llega un chat invitándolo a la próxima marcha en pro de Panamá. Se pregunta si debe o no asistir. Al fin y al cabo, las anteriores han sido concurridas por asistentes que no hacen causa común sino por una diversidad de motivos tan multicolores que van desde la corrupción, la inoperancia de la Asamblea de Diputados, la llamada pérdida de la institucionalidad que nadie sabe qué es en realidad, hasta el “modernismo multicolor”, factores que no permiten que el país encuentre una causa común.
Perdido en sus pensamientos, mientras trata de avanzar y llegar a su oficina, le viene a la mente aquella generación que se organizó después del golpe de Estado de 1968 para luchar de frente contra la dictadura militar y que de forma organizada encontrando un propósito común que los llevó a carcelazos, exilio y hasta muerte, pero que por 21 años no se rindieron. Descansaron cuando pudieron, meditaron cuando fue necesario, conversaron para tratar de llegar a acuerdos, descuidando sus propias familias cual discípulos de Jesús, en el entendido de que sus hijos no vivieran en un país secuestrado por una pandilla de sinvergüenzas. Ya en 1987, harían su acto final que concluiría de la manera más trágica, pero que arrancaría de una banda el poder y se activaría una libertad nunca antes vista por él.
Finalmente, Armando ha llegado a su oficina. Le esperan miles de problemas, lo que le hace olvidarse de todo lo demás. Pero entre esa multiplicidad de dificultades que tendrá que afrontar como empresario está el pagar la planilla y todos los gastos de su empresa en una economía donde el gobierno se esmera por complicarla con trámites burocráticos y obstáculos olvidando que la riqueza de un país la generan las empresas. Es que resulta ser que los políticos entre tantas peleas estériles se han olvidado crear nuevas estructuras que busquen mejorar la nación. Cuando se les ha reclamado públicamente, el mandatario de turno, culpa de la catastrófica política económica al presidente anterior. ¡Qué casualidad, el mandatario anterior hizo lo mismo! Esto se ha vuelto una excusa permanente, piensa Armando. Y ahora me tratan de vender la inoperancia de la economía local con la excusa de que a los países vecinos les va mal y que por rebote llega a este país el decrecimiento, dirá en voz alta el empresario.
Luego de una larga faena por lograr sacar su negocio adelante, del cual ya casi se le han acabado los trucos, vuelve a sumergirse en el tráfico escuchando el noticiero nocturno en el carro, dándose cuenta de que entre la mañana y la tarde no ha cambiado nada: los intereses del político van primero, los regalos y las prebendas para los que no trabajan van después, para que se diga de los mandatarios que han hecho algo por este país –será creando parasitismo–, pero las alternativas para los empresarios no existen, sólo más trabas, más fiscalización y más burocracia.
Termina el día para Armando Empresario. Él ya sabe cómo va a concluir esta historia, como cualquier ciudadano lo está viendo venir, todos lo comentan y lo peor es que nadie da un golpe de timón, la población está inamovible sin buscar una causa común que los una. Como ha sucedido en el pasado en este país y ahora con tantas libertades, no hemos sabido aprovechar la gran cantidad de información a través de diversos medios ni la comunicación a la cual tenemos acceso para hacer cumplir ni valer las leyes, sólo hacemos los primeros intentos y nos adormecemos esperando que haya una voz cantante; por eso creo que un buen inicio sería exigir una constituyente como causa común.