Desde sus inicios como Estado adjunto a Colombia, Panamá confrontó innumerables dificultades para sacar adelante la educación. El presupuesto que el gobierno central destinaba a este rubro era realmente insuficiente para siquiera pretender alfabetizar a una población que trataba por todos los medios de subsistir.
Por supuesto, si a esto agregamos los múltiples conflictos políticos de aquel vecino país, así como la Guerra Civil que tanta hambre y desolación trajo, podremos rápidamente concluir que la educación como tal en Panamá, a finales del siglo XIX, no resultaba precisamente el asunto más prioritario para el gobierno colombiano.
Aunque existieron algunas iniciativas de nacionales por crear colegios y escuelas particulares, con la llegada de la Guerra de los Mil Días se vieron en la penosa necesidad de cerrar sus puertas a la espera de mejores días y de que fuera entendida la importancia de la educación para el progreso del país.
Este hecho de real relevancia fue claramente entendido por aquellos que sorteando hasta sus propias vidas nos dieron nuestra independencia convirtiéndonos en una Nación libre.
Ya desde los inicios de Panamá como República nuestros primeros gobernantes mostraron profundo interés en propiciar la educación, convencidos que ese sería el único mecanismo que nos permitiría “promover el bienestar general, asegurar los beneficios de la libertad…..” (1)
Fue así como procuraron designar a los más capacitados para que redactaran nuestra primera Carta Magna en la que con mucho atino incluyeron el tema de la educación, al promulgar en su normativa el Artículo 133 que expresaba: “La instrucción primaria será obligatoria, y la pública será gratuita. Habrá escuelas de artes y oficios y establecimientos de enseñanza secundaria y profesional, a cargo de la Nación. La Ley podrá descentralizar la instrucción pública y destinarle rentas especiales.” (2)
Resulta clara la intención del legislador al imponer la obligación al gobierno, fuere cual fuere, de proveer mínimamente la instrucción primaria, además de gratuita, procurando en gran medida la alfabetización de todo un país hasta ahora colocado en el olvido. Esto, por supuesto debía llevar una tarea todavía más titánica que el escribir este simple articulado, lo cual significaba crear los centros de estudios donde impartir esta enseñanza. Pero cual sería el compromiso con Panamá que no olvidaron incluir que la Nación crearía centros de enseñanza secundaria y profesional, para así ir formando a los futuros profesionales que manejarían la nación.
No debe escapar de nuestro análisis preliminar, que nuestros próceres, acto seguido haber promulgado la Constitución, se dieron a la tarea de traer profesores extranjeros a impartir la enseñanza en nuestras escuelas, enviaron a panameños a prepararse en el extranjero y fundaron muchas escuelas y colegios en el país.
Dentro de este marco conceptual nacía un 20 de febrero de 1885 Jeptha Brawner Duncan Guillén, quien a todo lo largo de su vida se destacó como una persona preocupada por la instrucción pública en Panamá, además de haber demostrado alto grado de moralidad y profesionalismo como funcionario público, periodista y educador.
Hijo de Bazil Duncan y María Guillén de Duncan, ambos de estratos humildes, lograron enviar al joven Jeptha a estudiar en los Estado Unidos a la Peekskill Military Academy y en Freehold Military Academy.
Posteriormente y gracias a una beca que le fue otorgada en el año 1905 por el Gobierno de Panamá, logró viajar a Francia para continuar sus estudios en el Lycée Lakanal donde obtuvo tres títulos, a saber: Bachiller en Letras, Licenciado en Letras y Estudios Superiores de Lenguas y Literaturas Extranjeras Vivas.
A su retorno al país y a muy temprana edad, fue designado a la cartera de Instrucción Pública como Subsecretario. Dentro de sus funciones se le nombró por el aquel entonces Secretario de Instrucción Pública, dentro de la Asamblea Pedagógica, punto de partida de innumerables cambios para el sistema pedagógico del país.
Escribió algunas obras destinadas al análisis de la literatura francesa donde demostró gran conocimiento y habilidad en estos temas, que serían motivo de un profundo estudio posterior.
Ocupó dos veces la Secretaría de Instrucción Pública durante la administración del Doctor Belisario Porras obteniendo grandes logros en materia educativa. Cabe destacar que durante la gestión del Doctor Porras se dio un gran avance progresista en el país en muchas ramas del quehacer panameño, pero muy especialmente en la educación.
Sin embargo durante la segunda gestión del Dr. Porras surgió un conflicto entre ambos que lo llevo a retirarse de la cartera en cuestión. El acontecimiento sucede cuando se realizó una fiesta de cumpleaños en honor a Duncan, a la cual asistieron varios de los enemigos más conocidos de Porras.
Sin embargo esto no complace a Porras el cual lo destituye del cargo.
Además de haber ocupado en seis distintas ocasiones la Secretaria de Instrucción Pública, se desempeñó como Diputado de la Asamblea Nacional, profesor de inglés en el Instituto Nacional, profesor catedrático de Lengua y Literatura Inglesa de la Universidad de Panamá, Decano de la Facultad de Humanidades, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Panamá en República Dominicana y Haití, Embajador y Representante Permanente de Panamá ante las Naciones Unidas, entre otras, sin contar un sin número de condecoraciones recibidas a nivel internacional.
Como periodista tuvo una participación en el quehacer panameño, ya que fundó el periódico El Tiempo donde con estilo propio y fuerza moral denunció todo aquello que considero que podría traicionar al país, menoscabar la libertad y la democracia. Algo que siempre fue admirado hasta por sus propios adversarios que veían sus comentarios y análisis con respeto, por el alto grado de moralidad de quien los escribía.
El tema central de nuestro escrito va dirigido al estudio de la filosofía de Duncan frente a la educación en Panamá, que al analizar y observar las fechas en que fueron expresadas, vemos que se trataba de un concepto realmente moderno para la época en que lo manifestó. Su vivacidad de pensamiento fue siempre acompañado de la forma como lo expresó dejando siempre claro una postura progresista digna de imitar por todos aquellos que hoy buscan el mejoramiento de la educación como un mecanismo, no sólo para mantener la libertad, sino también el progreso de Panamá.
Hemos tomado como punto de partida, sin menoscabar algunos análisis anteriores realizados por él, la Memoria que como Secretario de Instrucción Pública presentara en 1920. En el conceptuó una serie de puntos que no causaron menos que reminiscencias ante muchas personas de la época.
Duncan veía que la educación debía tener un concepto social por lo que al respecto indicó: “Ese concepto impone no que la escuela tenga un fin meramente cultural ni individualista como lo ha tenido en épocas pasadas, sino que su objetivo sea la preparación de la juventud para la vida en sociedad mediante una participación en las actividades diversas de esa misma vida.” (3)
Este concepto por si trataba de explicar que aunque el estudio de todas las materias es indispensable para el aprendizaje y el mejoramiento intelectual del individuo, eso de nada podría valer si el mismo no es capaz de ingresar al engranaje social para convivir con los demás que lo rodean e intercambiar ideas para el progreso.
Esa educación sobre la democracia que propugnaba Duncan, ya en la época de los años 20, y que según él se hacia necesaria inculcar en las escuelas del país, es ahora de mayor urgencia, cuando los valores morales están en extinción y cuando muchos consideran que la democracia es sinónimo de irrespeto. Debemos enseñarle a nuestra niñez y juventud que las posibilidades de progreso en un país ordenadamente democrático, donde se respeten y cumplan las Leyes y los derechos de los conciudadanos, tiende a beneficiarnos en mayor grado, que aquellos países llamados democráticos, en los que se violentan los derechos más básicos del ser humano.
Jeptha Duncan no dejó a la mujer fuera de su filosofía moderna, puesto que la consideraba como parte indispensable en el desarrollo del país, aunque todos sabemos que la lucha por ocupar una posición importante dentro del engranaje social no ha sido fácil y todavía no se han conquistado todos los escaños que ella se merece.
En cierta ocasión acotó: “La nueva posición de la mujer en la sociedad, desde luego, posición en la cual pretende medirse y competir con el hombre, implica cambios radicales en la enseñanza a fin de que ésta sea una e igual para todos. Y vuelve así al tapete tal vez como nunca antes, el problema de la coeducación.”(6)
Ya son pocas las escuelas o colegios en Panamá que no son mixtos. Para Duncan la interrelación entre ambos sexos era indispensable para el desarrollo del individuo, algo que le tomó mucho tiempo a los gobiernos en darse cuenta, basados en múltiples argumentos que no le restaremos importancia, pero en consideración a los contrapesos, encontraremos que la coeducación tiene un mayor fundamento.
El desarrollo del espíritu de igualdad entre los sexos y una mejor convivencia en las relaciones laborales entre ambos sexos son dos, por decir lo menos, de los factores de mayor importancia para propulsar la coeducación.
Claro está, lo que hoy nos parece normal no lo fue cuando Duncan lo proponía y de allí que su forma de pensar analizada en nuestros días resulta a todas luces moderna. Su visión clara del futuro de los países civilizados no deja de asombrarnos cuando pudo vaticinar el resultado de las múltiples luchas que la mujer emprendería por tener una posición de igualdad con el hombre. Esta igualdad significaría, igualdad de conocimiento, igualdad de forma de aprendizaje e igualdad de derechos, es decir, poder competir bajo los mismos parámetros con el hombre.
Estos pocos, pero muy significativos aspectos de la filosofía moderna planteada por Duncan que hemos querido plasmar en este escrito, pretende dar a conocer a las generaciones de hoy y futuras, la preocupación de aquellos que a principio de la República lucharon y trabajaron por el bienestar de hoy.
Hablar de toda la vida de Duncan sería motivo no de un simple artículo, sino de un texto donde se recoja su obra, sus escritos, sus discursos y hasta sus ensayos, estudiando de forma profesional sus análisis de todo tipo, del que fue partícipe a lo largo de su carrera.
Su trayectoria fue digna de admiración como periodista, crítico de literatura, político, educador y hasta diplomático, demostrando en todo momento lucidez de pensamiento, inteligencia motiva y ansias por preservar la libertad, la democracia e internacionalización de Panamá.
Panamá hoy más que nunca debe entender que la educación es la base que nos permitirá avanzar en el progreso, justicia y libertad y que se hace necesario entregar a este país lo mejor de cada uno de nosotros.
NOTAS:
1) Constitución de la República de Panamá 1904, Imprenta Nacional, Panamá, 1929, pág. 5.
(2) Constitución de la República de Panamá 1904, op. cit, pág. 34.
(3) Céspedes, Francisco. La Educación en Panamá Panorama Histórico y Antología. Imprenta Universitaria, Panamá, 1985, pág. 302. Fragmentos de la Memoria que el Secretario de Instrucción Pública presenta a la Asamblea Nacional en sus Sesiones de 1920.
(4) Revista Lotería No. 263. Impresora Panamá, S.A., Panamá, enero 1978, pág. 114. Discurso pronunciado por Jeptha B. Duncan, Secretario de Instrucción Pública, en el Aula Máxima del Instituto Nacional en la noche del 4 de febrero de 1921.
(5) Revista Lotería No. 263. op. cit. pág. 114.
(6) Revista Lotería No. 263. op. cit. pág. 132. El Aspecto Social de la Coeducación.
Desde sus inicios como Estado adjunto a Colombia, Panamá confrontó innumerables dificultades para sacar adelante la educación. El presupuesto que el gobierno central destinaba a este rubro era realmente insuficiente para siquiera pretender alfabetizar a una población que trataba por todos los medios de subsistir.
Por supuesto, si a esto agregamos los múltiples conflictos políticos de aquel vecino país, así como la Guerra Civil que tanta hambre y desolación trajo, podremos rápidamente concluir que la educación como tal en Panamá, a finales del siglo XIX, no resultaba precisamente el asunto más prioritario para el gobierno colombiano.
Aunque existieron algunas iniciativas de nacionales por crear colegios y escuelas particulares, con la llegada de la Guerra de los Mil Días se vieron en la penosa necesidad de cerrar sus puertas a la espera de mejores días y de que fuera entendida la importancia de la educación para el progreso del país.
Este hecho de real relevancia fue claramente entendido por aquellos que sorteando hasta sus propias vidas nos dieron nuestra independencia convirtiéndonos en una Nación libre.
Ya desde los inicios de Panamá como República nuestros primeros gobernantes mostraron profundo interés en propiciar la educación, convencidos que ese sería el único mecanismo que nos permitiría “promover el bienestar general, asegurar los beneficios de la libertad…..” (1)
Fue así como procuraron designar a los más capacitados para que redactaran nuestra primera Carta Magna en la que con mucho atino incluyeron el tema de la educación, al promulgar en su normativa el Artículo 133 que expresaba: “La instrucción primaria será obligatoria, y la pública será gratuita. Habrá escuelas de artes y oficios y establecimientos de enseñanza secundaria y profesional, a cargo de la Nación. La Ley podrá descentralizar la instrucción pública y destinarle rentas especiales.” (2)
Resulta clara la intención del legislador al imponer la obligación al gobierno, fuere cual fuere, de proveer mínimamente la instrucción primaria, además de gratuita, procurando en gran medida la alfabetización de todo un país hasta ahora colocado en el olvido. Esto, por supuesto debía llevar una tarea todavía más titánica que el escribir este simple articulado, lo cual significaba crear los centros de estudios donde impartir esta enseñanza. Pero cual sería el compromiso con Panamá que no olvidaron incluir que la Nación crearía centros de enseñanza secundaria y profesional, para así ir formando a los futuros profesionales que manejarían la nación.
No debe escapar de nuestro análisis preliminar, que nuestros próceres, acto seguido haber promulgado la Constitución, se dieron a la tarea de traer profesores extranjeros a impartir la enseñanza en nuestras escuelas, enviaron a panameños a prepararse en el extranjero y fundaron muchas escuelas y colegios en el país.
Dentro de este marco conceptual nacía un 20 de febrero de 1885 Jeptha Brawner Duncan Guillén, quien a todo lo largo de su vida se destacó como una persona preocupada por la instrucción pública en Panamá, además de haber demostrado alto grado de moralidad y profesionalismo como funcionario público, periodista y educador.
Hijo de Bazil Duncan y María Guillén de Duncan, ambos de estratos humildes, lograron enviar al joven Jeptha a estudiar en los Estado Unidos a la Peekskill Military Academy y en Freehold Military Academy.
Posteriormente y gracias a una beca que le fue otorgada en el año 1905 por el Gobierno de Panamá, logró viajar a Francia para continuar sus estudios en el Lycée Lakanal donde obtuvo tres títulos, a saber: Bachiller en Letras, Licenciado en Letras y Estudios Superiores de Lenguas y Literaturas Extranjeras Vivas.
A su retorno al país y a muy temprana edad, fue designado a la cartera de Instrucción Pública como Subsecretario. Dentro de sus funciones se le nombró por el aquel entonces Secretario de Instrucción Pública, dentro de la Asamblea Pedagógica, punto de partida de innumerables cambios para el sistema pedagógico del país.
Escribió algunas obras destinadas al análisis de la literatura francesa donde demostró gran conocimiento y habilidad en estos temas, que serían motivo de un profundo estudio posterior.
Ocupó dos veces la Secretaría de Instrucción Pública durante la administración del Doctor Belisario Porras obteniendo grandes logros en materia educativa. Cabe destacar que durante la gestión del Doctor Porras se dio un gran avance progresista en el país en muchas ramas del quehacer panameño, pero muy especialmente en la educación.
Sin embargo durante la segunda gestión del Dr. Porras surgió un conflicto entre ambos que lo llevo a retirarse de la cartera en cuestión. El acontecimiento sucede cuando se realizó una fiesta de cumpleaños en honor a Duncan, a la cual asistieron varios de los enemigos más conocidos de Porras.
Sin embargo esto no complace a Porras el cual lo destituye del cargo.
Además de haber ocupado en seis distintas ocasiones la Secretaria de Instrucción Pública, se desempeñó como Diputado de la Asamblea Nacional, profesor de inglés en el Instituto Nacional, profesor catedrático de Lengua y Literatura Inglesa de la Universidad de Panamá, Decano de la Facultad de Humanidades, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Panamá en República Dominicana y Haití, Embajador y Representante Permanente de Panamá ante las Naciones Unidas, entre otras, sin contar un sin número de condecoraciones recibidas a nivel internacional.
Como periodista tuvo una participación en el quehacer panameño, ya que fundó el periódico El Tiempo donde con estilo propio y fuerza moral denunció todo aquello que considero que podría traicionar al país, menoscabar la libertad y la democracia. Algo que siempre fue admirado hasta por sus propios adversarios que veían sus comentarios y análisis con respeto, por el alto grado de moralidad de quien los escribía.
El tema central de nuestro escrito va dirigido al estudio de la filosofía de Duncan frente a la educación en Panamá, que al analizar y observar las fechas en que fueron expresadas, vemos que se trataba de un concepto realmente moderno para la época en que lo manifestó. Su vivacidad de pensamiento fue siempre acompañado de la forma como lo expresó dejando siempre claro una postura progresista digna de imitar por todos aquellos que hoy buscan el mejoramiento de la educación como un mecanismo, no sólo para mantener la libertad, sino también el progreso de Panamá.
Hemos tomado como punto de partida, sin menoscabar algunos análisis anteriores realizados por él, la Memoria que como Secretario de Instrucción Pública presentara en 1920. En el conceptuó una serie de puntos que no causaron menos que reminiscencias ante muchas personas de la época.
Duncan veía que la educación debía tener un concepto social por lo que al respecto indicó: “Ese concepto impone no que la escuela tenga un fin meramente cultural ni individualista como lo ha tenido en épocas pasadas, sino que su objetivo sea la preparación de la juventud para la vida en sociedad mediante una participación en las actividades diversas de esa misma vida.” (3)
Este concepto por si trataba de explicar que aunque el estudio de todas las materias es indispensable para el aprendizaje y el mejoramiento intelectual del individuo, eso de nada podría valer si el mismo no es capaz de ingresar al engranaje social para convivir con los demás que lo rodean e intercambiar ideas para el progreso.
Esa educación sobre la democracia que propugnaba Duncan, ya en la época de los años 20, y que según él se hacia necesaria inculcar en las escuelas del país, es ahora de mayor urgencia, cuando los valores morales están en extinción y cuando muchos consideran que la democracia es sinónimo de irrespeto. Debemos enseñarle a nuestra niñez y juventud que las posibilidades de progreso en un país ordenadamente democrático, donde se respeten y cumplan las Leyes y los derechos de los conciudadanos, tiende a beneficiarnos en mayor grado, que aquellos países llamados democráticos, en los que se violentan los derechos más básicos del ser humano.
Jeptha Duncan no dejó a la mujer fuera de su filosofía moderna, puesto que la consideraba como parte indispensable en el desarrollo del país, aunque todos sabemos que la lucha por ocupar una posición importante dentro del engranaje social no ha sido fácil y todavía no se han conquistado todos los escaños que ella se merece.
En cierta ocasión acotó: “La nueva posición de la mujer en la sociedad, desde luego, posición en la cual pretende medirse y competir con el hombre, implica cambios radicales en la enseñanza a fin de que ésta sea una e igual para todos. Y vuelve así al tapete tal vez como nunca antes, el problema de la coeducación.”(6)
Ya son pocas las escuelas o colegios en Panamá que no son mixtos. Para Duncan la interrelación entre ambos sexos era indispensable para el desarrollo del individuo, algo que le tomó mucho tiempo a los gobiernos en darse cuenta, basados en múltiples argumentos que no le restaremos importancia, pero en consideración a los contrapesos, encontraremos que la coeducación tiene un mayor fundamento.
El desarrollo del espíritu de igualdad entre los sexos y una mejor convivencia en las relaciones laborales entre ambos sexos son dos, por decir lo menos, de los factores de mayor importancia para propulsar la coeducación.
Claro está, lo que hoy nos parece normal no lo fue cuando Duncan lo proponía y de allí que su forma de pensar analizada en nuestros días resulta a todas luces moderna. Su visión clara del futuro de los países civilizados no deja de asombrarnos cuando pudo vaticinar el resultado de las múltiples luchas que la mujer emprendería por tener una posición de igualdad con el hombre. Esta igualdad significaría, igualdad de conocimiento, igualdad de forma de aprendizaje e igualdad de derechos, es decir, poder competir bajo los mismos parámetros con el hombre.
Estos pocos, pero muy significativos aspectos de la filosofía moderna planteada por Duncan que hemos querido plasmar en este escrito, pretende dar a conocer a las generaciones de hoy y futuras, la preocupación de aquellos que a principio de la República lucharon y trabajaron por el bienestar de hoy.
Hablar de toda la vida de Duncan sería motivo no de un simple artículo, sino de un texto donde se recoja su obra, sus escritos, sus discursos y hasta sus ensayos, estudiando de forma profesional sus análisis de todo tipo, del que fue partícipe a lo largo de su carrera.
Su trayectoria fue digna de admiración como periodista, crítico de literatura, político, educador y hasta diplomático, demostrando en todo momento lucidez de pensamiento, inteligencia motiva y ansias por preservar la libertad, la democracia e internacionalización de Panamá.
Panamá hoy más que nunca debe entender que la educación es la base que nos permitirá avanzar en el progreso, justicia y libertad y que se hace necesario entregar a este país lo mejor de cada uno de nosotros.
NOTAS:
1) Constitución de la República de Panamá 1904, Imprenta Nacional, Panamá, 1929, pág. 5.
(2) Constitución de la República de Panamá 1904, op. cit, pág. 34.
(3) Céspedes, Francisco. La Educación en Panamá Panorama Histórico y Antología. Imprenta Universitaria, Panamá, 1985, pág. 302. Fragmentos de la Memoria que el Secretario de Instrucción Pública presenta a la Asamblea Nacional en sus Sesiones de 1920.
(4) Revista Lotería No. 263. Impresora Panamá, S.A., Panamá, enero 1978, pág. 114. Discurso pronunciado por Jeptha B. Duncan, Secretario de Instrucción Pública, en el Aula Máxima del Instituto Nacional en la noche del 4 de febrero de 1921.
(5) Revista Lotería No. 263. op. cit. pág. 114.
(6) Revista Lotería No. 263. op. cit. pág. 132. El Aspecto Social de la Coeducación.