No todos los grandes bancos han entendido que lo que buscan sus clientes en un mundo tan convulsionado y complicado es la comodidad. Esa comodidad que les permita realizar transacciones diarias desde cualquier ubicación y sin tener que movilizarse, ni tampoco tratar con extenuantes due diligences por cada operación o con intermediarios.
Las nuevas reglas están planteadas, pero no aceptadas por las grandes instituciones. Lejos de buscar soluciones apoyadas en la tecnología están tratando de entrar en mercados que nunca han explorado y que ya de por sí son muy competitivos en busca de aliviar los golpes a la baja de sus estados financieros.
Un ejemplo interesante resulta el del banco de inversión Goldman Sachs, el cual al ver mermados sus ingresos ha dado un giro nunca antes pensado rompiendo sus parámetros y creando un banco llamado GS Bank, cuyo principal objetivo es captar clientes de muy bajos ingresos –contrario a sus políticas históricas de negocios– los cuales pueden abrir cuentas de ahorros en línea con tan solo depositar un dólar, sin el cobro de comisiones por transacciones y acreditando los intereses de manera diaria.
Otros bancos han apostado por mejorar sus apps o aplicaciones haciéndolos más atractivos, fiables y dinámicos.
Sin embargo, lo que los bancos no han querido ver es que las nuevas tecnologías fintech o tecnofinanzas estarán mejorando los servicios sin mayores complicaciones, permitiendo hacer grandes operaciones a bajos costos o hasta de forma gratuita.
Uno de los bancos que ha entendido de manera clara el futuro es el BBVA, el cual ha invertido en un banco fintech denominado Atom Bank. Este modelo de banca resulta altamente interesante. El banco en cuestión posee licencia bancaria emitida por la autoridad de Gran Bretaña; por ende, no es un organismo simplemente cibernético, pero no cuenta ni con una sola oficina.
Para abrir una cuenta se debe mandar una solicitud por internet y ellos luego de realizar un due diligence le remiten al nuevo cliente la información para que puedan acceder a la aplicación.
Al crear la cuenta, uno puede escoger los colores y las letras que deseamos que siempre nos aparezcan, así como un logo personal, sin perjuicio de que todo el sistema utilice tecnología biométrica para la seguridad. Por ello, hay que tomarse un selfie que será incorporado en el sistema y que además del tradicional PIN –el cual puede ser programado por voz– y la huella dactilar, el sistema lo reconocerá por su cara.
Una vez abierta la cuenta, podrá gestionar su dinero, pedir un préstamo, pagar facturas y lo más interesante: pagarle a otras personas o comercios afiliados, como si estuviera mandando un mensaje de texto y sin tener que poner un pie en el banco.
Según su CEO, lo que se desea es poner el banco en el bolsillo de los clientes. Lo que se quiere es simplificar y actuar sin tanta información y con la libertad de poder usar su dinero.
Claro si este es el futuro de la banca, los países y sus reguladores tienen una tarea titánica por delante, pues de hecho no existe legislación que regule esta nueva variable en la actividad bancaria, y siendo el dinero un ente cobarde resultará indispensable reglamentar de forma completa y confiable las nuevas tecnologías que ya están aquí.
No todos los grandes bancos han entendido que lo que buscan sus clientes en un mundo tan convulsionado y complicado es la comodidad. Esa comodidad que les permita realizar transacciones diarias desde cualquier ubicación y sin tener que movilizarse, ni tampoco tratar con extenuantes due diligences por cada operación o con intermediarios.
Las nuevas reglas están planteadas, pero no aceptadas por las grandes instituciones. Lejos de buscar soluciones apoyadas en la tecnología están tratando de entrar en mercados que nunca han explorado y que ya de por sí son muy competitivos en busca de aliviar los golpes a la baja de sus estados financieros.
Un ejemplo interesante resulta el del banco de inversión Goldman Sachs, el cual al ver mermados sus ingresos ha dado un giro nunca antes pensado rompiendo sus parámetros y creando un banco llamado GS Bank, cuyo principal objetivo es captar clientes de muy bajos ingresos –contrario a sus políticas históricas de negocios– los cuales pueden abrir cuentas de ahorros en línea con tan solo depositar un dólar, sin el cobro de comisiones por transacciones y acreditando los intereses de manera diaria.
Otros bancos han apostado por mejorar sus apps o aplicaciones haciéndolos más atractivos, fiables y dinámicos.
Sin embargo, lo que los bancos no han querido ver es que las nuevas tecnologías fintech o tecnofinanzas estarán mejorando los servicios sin mayores complicaciones, permitiendo hacer grandes operaciones a bajos costos o hasta de forma gratuita.
Uno de los bancos que ha entendido de manera clara el futuro es el BBVA, el cual ha invertido en un banco fintech denominado Atom Bank. Este modelo de banca resulta altamente interesante. El banco en cuestión posee licencia bancaria emitida por la autoridad de Gran Bretaña; por ende, no es un organismo simplemente cibernético, pero no cuenta ni con una sola oficina.
Para abrir una cuenta se debe mandar una solicitud por internet y ellos luego de realizar un due diligence le remiten al nuevo cliente la información para que puedan acceder a la aplicación.
Al crear la cuenta, uno puede escoger los colores y las letras que deseamos que siempre nos aparezcan, así como un logo personal, sin perjuicio de que todo el sistema utilice tecnología biométrica para la seguridad. Por ello, hay que tomarse un selfie que será incorporado en el sistema y que además del tradicional PIN –el cual puede ser programado por voz– y la huella dactilar, el sistema lo reconocerá por su cara.
Una vez abierta la cuenta, podrá gestionar su dinero, pedir un préstamo, pagar facturas y lo más interesante: pagarle a otras personas o comercios afiliados, como si estuviera mandando un mensaje de texto y sin tener que poner un pie en el banco.
Según su CEO, lo que se desea es poner el banco en el bolsillo de los clientes. Lo que se quiere es simplificar y actuar sin tanta información y con la libertad de poder usar su dinero.
Claro si este es el futuro de la banca, los países y sus reguladores tienen una tarea titánica por delante, pues de hecho no existe legislación que regule esta nueva variable en la actividad bancaria, y siendo el dinero un ente cobarde resultará indispensable reglamentar de forma completa y confiable las nuevas tecnologías que ya están aquí.