La leyenda dice que durante un viaje por el desierto de Nevada, a la altura de Las Vegas, Bugsy Siegel tuvo una discusión con su esposa, quien lo bajó del auto y lo dejó tirado en la carretera. Al empezar a caminar, se preguntó qué se podía hacer en aquel sitio inhóspito, surgiéndole la idea de crear un lugar donde las personas pudieran ir a jugar, tomar licor y divertirse. Para ese entonces, Las Vegas era una de las muy pocas ciudades de Estados Unidos que contaba con una legislación que permitía los juegos de azar y la venta y consumo del licor, lo que la podría convertir en el lugar ideal para atraer a clientes.
Siegel emprendió su idea y se asoció con las personas equivocadas ―lo que a la postre le costaría la vida― para la construcción de un hotel que hasta el día de hoy subsiste: El Flamingo, fundado en 1941.
Desde sus inicios, Las Vegas fue tildada de un lugar utilizado por la mafia para lavar su dinero, de asesinatos y de prostitución. Pero con todo y ello mantenía un imán para aquellos que buscaban un sitio donde encontrar glamour, buenos espectáculos, juego y diversión. La mafia la convirtió en la ciudad ideal para ver a cantantes de la talla de Frank Sinatra o Elvis Presley.
Con el tiempo, la política estadounidense hacia los dueños de los casinos cambió y muchos de ellos fueron apresados por mafiosos u obligados a vender sus propiedades.
A principio de los años noventa grandes corporaciones iniciaron nuevos desarrollos en la ciudad masificando el negocio del pecado, ya no con pequeños hoteles y lugares de diversión sino con estructuras enormes con diseños destinados a ser paraísos terrenales. En fin, amplificaron los pecados de la “Ciudad del Pecado”, como se le conoce hoy en día.
La verdad es que si tomáramos cada uno de los siete pecados capitales a la luz de esa ciudad no quedaría ninguno por fuera. Veámoslos:
LA SOBERBIA: Decía San Agustín que la soberbia no era grandeza sino hinchazón. Es ponerse o por lo menos tratar de ponerse por encima de los demás.
Desde que llegas a Las Vegas la soberbia te espera. La ciudad cuenta con un número importante de limosinas que compiten entre ellas por ser la más larga. La tónica es alquilar una que te recoja en el aeropuerto y te traslade al hotel, y entre más larga más importante te podrás sentir, pero la verdad es que cuando llegas al hotel existen cien limosinas iguales o mejores. Cuando sales del aeropuerto la ciudad asoma una sombra reflejada en cada uno de los hoteles que allí se han construido. Todas las cadenas hoteleras compiten entre sí para ver cuál posee el mejor lobby, espectáculo de agua, fuego o de dioses y cuál tiene la mejor suite. El trasfondo de todo esto es llevarte a un estado subliminal y motivarte a gastar y gastar, ya sea jugando, consumiendo o comprado.
LA GULA: De este pecado es difícil escapar en Las Vegas. Yo no sé por qué desde hace algunos años, tal vez una década, en los Estados Unidos todo tiene que ser grande. Si vas a un supermercado las latas de cerveza las han amplificado, los champús deben ser tamaño familiar, la caja de baterías debe contener sesenta de ellas, los repuestos de las navajas de afeitar no se venden de dos o de a cuatro sino de a veinte. En fin, todo es tamaño “fin del mundo”.
Bueno, a la hora de comer en el restaurante que sea, esta ciudad sirve un plato de comida que es imposible de acabar. Ya sea una hamburguesa, una pizza o carne, el trozo que te pondrán no lo acabarás. Claro está, puede que sea nuestra realidad, mas no de los norteamericanos que poseen el mayor volumen de personas con obesidad en el mundo. Por algo será. Y qué decir del alcohol que se vende hasta en establecimientos de buhonerías 24 horas al día.
LA AVARICIA: Este pecado capital es la razón de ser de Las Vegas. La mayoría de las personas vienen a jugar. Se gastan sus pensiones, sus ahorros y la universidad de sus hijos en búsqueda de más dinero, que de seguro no ganarán, y si ganan, el hotel donde se hospedan o el resto de la ciudad se encargará de quitárselos. Así que quien venga a la ciudad convencido de que ampliará su capital, está completamente equivocado. Las Vegas es más inteligente que esas personas. Y cuando lo haya perdido todo, lo habrá perdido todo, dinero, familia, recuerdos, etc.
LA IRA: Este es un sentimiento poderoso y malo que nos lleva a hacer cosas impensadas. La ciudad de Las Vegas tiene una población que vive y reside allí. Claro, alguien tiene que trabajar en los restaurantes, hoteles, casinos y teatros. Pero esas personas están llenas de ira, pues mientras trabajan por un mísero sueldo el planeta entero gasta fortunas en juegos, espectáculos, prostitutas o licor. Son espectadores del derroche que los mantiene, como pude comprobar, como fieras silentes.
LA LUJURIA: Cómo no va existir la lujuria en esta ciudad, si uno de sus principales atractivos es la prostitución. Las calles de Las Vegas están llenas de personas que reparten postales ofreciendo servicios de prostitutas. Es curioso ver el volumen de repartidores de tarjetas con fotos y números de teléfonos que ponen a disposición a las “señoritas” que aparecen en la foto. De paso, también en vivo y en directo podrá verlas en las calles para contratarlas o tomarse fotos con ellas, que por cierto, fotografiarse con ellas también cuesta. Pero qué sería del licor, el espectáculo y los hoteles sin este servicio adicional.
LA PEREZA: No sé si este pecado capital se debe aplicar o no a Las Vegas, ya que después de una noche de juerga, mujeres, licor, espectáculo, juego y comida lo más lógico es que a la mañana siguiente tengas una pereza extraordinaria para levantarte. Al final, la pereza no es más que una falta de estímulo y voluntad. Pero la pereza no dura mucho en esta ciudad. Si bien es cierto que en las mañanas encuentras un volumen de personas en las calles bajo la pereza de los trasnochados, esta no suele durar más allá de la siguiente noche, la cual motiva a todos a volver a salir.
LA ENVIDIA: Cuando las razones que te llevaron a Las Vegas concluyen, las cuales son muy diversas (vacaciones, compras, ganas de jugar, ver espectáculos, ir a una convención o la curiosidad), y retornas a tu hogar, si es que no lo has perdido, los que escuchan tus historias les entra una envidia, pues descubren que tu experiencia en tal o cual hotel, o tu éxito en el juego o el espectáculo que viste fue mejor que el de ellos. Entonces, el que siente que le faltó algo, planea otro viaje a Las Vegas para vivir lo que no logró hacer. Al final, es una ciudad que no tiene fin y que siempre habrá alguien que tenga una mejor experiencia que tú.
Las Vegas es una experiencia especial cuyo sobrenombre lo tiene bien ganado. Aunque increíble, Bugsy Siegel creador y fundador de esta ciudad no tiene ni un busto o placa que lo recuerde. ¿Por qué será?
La leyenda dice que durante un viaje por el desierto de Nevada, a la altura de Las Vegas, Bugsy Siegel tuvo una discusión con su esposa, quien lo bajó del auto y lo dejó tirado en la carretera. Al empezar a caminar, se preguntó qué se podía hacer en aquel sitio inhóspito, surgiéndole la idea de crear un lugar donde las personas pudieran ir a jugar, tomar licor y divertirse. Para ese entonces, Las Vegas era una de las muy pocas ciudades de Estados Unidos que contaba con una legislación que permitía los juegos de azar y la venta y consumo del licor, lo que la podría convertir en el lugar ideal para atraer a clientes.
Siegel emprendió su idea y se asoció con las personas equivocadas ―lo que a la postre le costaría la vida― para la construcción de un hotel que hasta el día de hoy subsiste: El Flamingo, fundado en 1941.
Desde sus inicios, Las Vegas fue tildada de un lugar utilizado por la mafia para lavar su dinero, de asesinatos y de prostitución. Pero con todo y ello mantenía un imán para aquellos que buscaban un sitio donde encontrar glamour, buenos espectáculos, juego y diversión. La mafia la convirtió en la ciudad ideal para ver a cantantes de la talla de Frank Sinatra o Elvis Presley.
Con el tiempo, la política estadounidense hacia los dueños de los casinos cambió y muchos de ellos fueron apresados por mafiosos u obligados a vender sus propiedades.
A principio de los años noventa grandes corporaciones iniciaron nuevos desarrollos en la ciudad masificando el negocio del pecado, ya no con pequeños hoteles y lugares de diversión sino con estructuras enormes con diseños destinados a ser paraísos terrenales. En fin, amplificaron los pecados de la “Ciudad del Pecado”, como se le conoce hoy en día.
La verdad es que si tomáramos cada uno de los siete pecados capitales a la luz de esa ciudad no quedaría ninguno por fuera. Veámoslos:
LA SOBERBIA: Decía San Agustín que la soberbia no era grandeza sino hinchazón. Es ponerse o por lo menos tratar de ponerse por encima de los demás.
Desde que llegas a Las Vegas la soberbia te espera. La ciudad cuenta con un número importante de limosinas que compiten entre ellas por ser la más larga. La tónica es alquilar una que te recoja en el aeropuerto y te traslade al hotel, y entre más larga más importante te podrás sentir, pero la verdad es que cuando llegas al hotel existen cien limosinas iguales o mejores. Cuando sales del aeropuerto la ciudad asoma una sombra reflejada en cada uno de los hoteles que allí se han construido. Todas las cadenas hoteleras compiten entre sí para ver cuál posee el mejor lobby, espectáculo de agua, fuego o de dioses y cuál tiene la mejor suite. El trasfondo de todo esto es llevarte a un estado subliminal y motivarte a gastar y gastar, ya sea jugando, consumiendo o comprado.
LA GULA: De este pecado es difícil escapar en Las Vegas. Yo no sé por qué desde hace algunos años, tal vez una década, en los Estados Unidos todo tiene que ser grande. Si vas a un supermercado las latas de cerveza las han amplificado, los champús deben ser tamaño familiar, la caja de baterías debe contener sesenta de ellas, los repuestos de las navajas de afeitar no se venden de dos o de a cuatro sino de a veinte. En fin, todo es tamaño “fin del mundo”.
Bueno, a la hora de comer en el restaurante que sea, esta ciudad sirve un plato de comida que es imposible de acabar. Ya sea una hamburguesa, una pizza o carne, el trozo que te pondrán no lo acabarás. Claro está, puede que sea nuestra realidad, mas no de los norteamericanos que poseen el mayor volumen de personas con obesidad en el mundo. Por algo será. Y qué decir del alcohol que se vende hasta en establecimientos de buhonerías 24 horas al día.
LA AVARICIA: Este pecado capital es la razón de ser de Las Vegas. La mayoría de las personas vienen a jugar. Se gastan sus pensiones, sus ahorros y la universidad de sus hijos en búsqueda de más dinero, que de seguro no ganarán, y si ganan, el hotel donde se hospedan o el resto de la ciudad se encargará de quitárselos. Así que quien venga a la ciudad convencido de que ampliará su capital, está completamente equivocado. Las Vegas es más inteligente que esas personas. Y cuando lo haya perdido todo, lo habrá perdido todo, dinero, familia, recuerdos, etc.
LA IRA: Este es un sentimiento poderoso y malo que nos lleva a hacer cosas impensadas. La ciudad de Las Vegas tiene una población que vive y reside allí. Claro, alguien tiene que trabajar en los restaurantes, hoteles, casinos y teatros. Pero esas personas están llenas de ira, pues mientras trabajan por un mísero sueldo el planeta entero gasta fortunas en juegos, espectáculos, prostitutas o licor. Son espectadores del derroche que los mantiene, como pude comprobar, como fieras silentes.
LA LUJURIA: Cómo no va existir la lujuria en esta ciudad, si uno de sus principales atractivos es la prostitución. Las calles de Las Vegas están llenas de personas que reparten postales ofreciendo servicios de prostitutas. Es curioso ver el volumen de repartidores de tarjetas con fotos y números de teléfonos que ponen a disposición a las “señoritas” que aparecen en la foto. De paso, también en vivo y en directo podrá verlas en las calles para contratarlas o tomarse fotos con ellas, que por cierto, fotografiarse con ellas también cuesta. Pero qué sería del licor, el espectáculo y los hoteles sin este servicio adicional.
LA PEREZA: No sé si este pecado capital se debe aplicar o no a Las Vegas, ya que después de una noche de juerga, mujeres, licor, espectáculo, juego y comida lo más lógico es que a la mañana siguiente tengas una pereza extraordinaria para levantarte. Al final, la pereza no es más que una falta de estímulo y voluntad. Pero la pereza no dura mucho en esta ciudad. Si bien es cierto que en las mañanas encuentras un volumen de personas en las calles bajo la pereza de los trasnochados, esta no suele durar más allá de la siguiente noche, la cual motiva a todos a volver a salir.
LA ENVIDIA: Cuando las razones que te llevaron a Las Vegas concluyen, las cuales son muy diversas (vacaciones, compras, ganas de jugar, ver espectáculos, ir a una convención o la curiosidad), y retornas a tu hogar, si es que no lo has perdido, los que escuchan tus historias les entra una envidia, pues descubren que tu experiencia en tal o cual hotel, o tu éxito en el juego o el espectáculo que viste fue mejor que el de ellos. Entonces, el que siente que le faltó algo, planea otro viaje a Las Vegas para vivir lo que no logró hacer. Al final, es una ciudad que no tiene fin y que siempre habrá alguien que tenga una mejor experiencia que tú.
Las Vegas es una experiencia especial cuyo sobrenombre lo tiene bien ganado. Aunque increíble, Bugsy Siegel creador y fundador de esta ciudad no tiene ni un busto o placa que lo recuerde. ¿Por qué será?