Es común en estos tiempos escuchar con bastante frecuencia cuestionamientos destinados a desvirtuar las creencias que muchas personas profesan hacia el Cristianismo.
Sin embargo, contrario a lo que sucede con aquellos que ponen en duda las creencias de otras religiones, que no se atreven a cuestionar por temor a las represalias, los cristianos somos muy dados a no defender nuestra fe, y en muchos de los casos por no conocer los argumentos que sustentan nuestra religión.
Empecemos por lo más simple. La primera pregunta que normalmente hacen aquellos que quieren poner en duda el Cristianismo es de dónde surgió María? Su procedencia no está clara, pero así como todos se disputan el origen de Cristóbal Colón, nadie pone en duda la hazaña que realizó al descubrir el Nuevo Mundo. Se trata de una situación similar. No importa de dónde provino la Virgen María, pues es sin lugar a dudas su pureza y el haber concebido al Hijo de Dios un acto que no puede ser cuestionado.
La religión Cristiana como la mayoría de las religiones se basa en muchos actos de Fe. Por ello los que tratan de desvirtuarla buscan respuestas científicas a situaciones del plano espiritual. Así por ejemplo, cuestionar la virginidad de Maria se ha convertido en estos tiempos un argumento del día a día de aquellos que desean acabar con esta religión.
El haber concebido siendo virgen no es más que una demostración del poder absoluto de Dios. Sin embargo, no por no ser inexplicable no es real. Basta analizar lo que el ser humano ha descubierto por si mismo para saber que lo que ayer podría parecer inaudito, hoy resulta ordinario, lo que era imposible ayer, hoy es real.
Entonces si nosotros como seres humanos imperfectos somos capaces de crear, inventar, ser magos, viajar en nuestras mentes al infinito, qué nos hace pensar que el creador del Universo no puede engendrar un hijo en la figura de Maria. Por supuesto, la idea es que dudemos, que perdamos nuestra fe y no creamos en nada, pues es así como podremos ser objeto de aquellos que nos tratan de engañar con ideologías y creencias destinadas a lo banal.
Hablemos de la vida de Jesús tan vilipendiada por muchos. Lo primero que tratan nuestros opositores de hacer es cuestionar si efectivamente existió o si es una invención de los Cristianos.
Que asombroso resulta la naturaleza del ser humano que es capaz de creer sin cuestionar las historias de conquista de Alejandro Magno o Julio César, acontecimientos anteriores al nacimiento de Jesús, pero no estar seguro de la existencia del Hijo de Dios, aunque tengamos suficiente información relacionada a este hecho.
Jesús vino no con el afán de hacer milagros, ni de curar a cuanto enfermo le trajeran. La misión de Jesús fue enseñarnos una filosofía de vida para nuestra salvación. Filosofía basada en principios sencillos y por cierto muy similares a los de otras religiones. Claro al chocar con las ideas e intereses de la época fue duramente castigado, ya que resultaba difícil cambiar los paradigmas que reinaban en esos tiempos.
Lo básico de esa filosofía es la existencia de un solo Dios, el amor al prójimo el servicio. De eso se trataba todo. El curar los sábados, el ayudar al leproso no eran más que acciones dirigidas a demostrar como debía funcionar la filosofía cristiana. Ideas revolucionarias para la época, como lo han sido aquellas impuestas por las armas por personas de poder a toda una nación, con la diferencia que los métodos de Jesús fueron siempre pacíficos.
Luego un epílogo no presenciado por nadie, la resurrección. Es aquí donde se pone a prueba nuestra fe, creer o no. El triunfo de lo Divino sobre lo humano. Podemos creer cualquier historia que nos cuenten del vecino, aunque no la presenciemos, pero dudamos de lo que profesamos, ya que no lo vimos. Grave error, pero excelente oportunidad para hacernos titubear sobre la veracidad de nuestra fe.
Es común en estos tiempos escuchar con bastante frecuencia cuestionamientos destinados a desvirtuar las creencias que muchas personas profesan hacia el Cristianismo.
Sin embargo, contrario a lo que sucede con aquellos que ponen en duda las creencias de otras religiones, que no se atreven a cuestionar por temor a las represalias, los cristianos somos muy dados a no defender nuestra fe, y en muchos de los casos por no conocer los argumentos que sustentan nuestra religión.
Empecemos por lo más simple. La primera pregunta que normalmente hacen aquellos que quieren poner en duda el Cristianismo es de dónde surgió María? Su procedencia no está clara, pero así como todos se disputan el origen de Cristóbal Colón, nadie pone en duda la hazaña que realizó al descubrir el Nuevo Mundo. Se trata de una situación similar. No importa de dónde provino la Virgen María, pues es sin lugar a dudas su pureza y el haber concebido al Hijo de Dios un acto que no puede ser cuestionado.
La religión Cristiana como la mayoría de las religiones se basa en muchos actos de Fe. Por ello los que tratan de desvirtuarla buscan respuestas científicas a situaciones del plano espiritual. Así por ejemplo, cuestionar la virginidad de Maria se ha convertido en estos tiempos un argumento del día a día de aquellos que desean acabar con esta religión.
El haber concebido siendo virgen no es más que una demostración del poder absoluto de Dios. Sin embargo, no por no ser inexplicable no es real. Basta analizar lo que el ser humano ha descubierto por si mismo para saber que lo que ayer podría parecer inaudito, hoy resulta ordinario, lo que era imposible ayer, hoy es real.
Entonces si nosotros como seres humanos imperfectos somos capaces de crear, inventar, ser magos, viajar en nuestras mentes al infinito, qué nos hace pensar que el creador del Universo no puede engendrar un hijo en la figura de Maria. Por supuesto, la idea es que dudemos, que perdamos nuestra fe y no creamos en nada, pues es así como podremos ser objeto de aquellos que nos tratan de engañar con ideologías y creencias destinadas a lo banal.
Hablemos de la vida de Jesús tan vilipendiada por muchos. Lo primero que tratan nuestros opositores de hacer es cuestionar si efectivamente existió o si es una invención de los Cristianos.
Que asombroso resulta la naturaleza del ser humano que es capaz de creer sin cuestionar las historias de conquista de Alejandro Magno o Julio César, acontecimientos anteriores al nacimiento de Jesús, pero no estar seguro de la existencia del Hijo de Dios, aunque tengamos suficiente información relacionada a este hecho.
Jesús vino no con el afán de hacer milagros, ni de curar a cuanto enfermo le trajeran. La misión de Jesús fue enseñarnos una filosofía de vida para nuestra salvación. Filosofía basada en principios sencillos y por cierto muy similares a los de otras religiones. Claro al chocar con las ideas e intereses de la época fue duramente castigado, ya que resultaba difícil cambiar los paradigmas que reinaban en esos tiempos.
Lo básico de esa filosofía es la existencia de un solo Dios, el amor al prójimo el servicio. De eso se trataba todo. El curar los sábados, el ayudar al leproso no eran más que acciones dirigidas a demostrar como debía funcionar la filosofía cristiana. Ideas revolucionarias para la época, como lo han sido aquellas impuestas por las armas por personas de poder a toda una nación, con la diferencia que los métodos de Jesús fueron siempre pacíficos.
Luego un epílogo no presenciado por nadie, la resurrección. Es aquí donde se pone a prueba nuestra fe, creer o no. El triunfo de lo Divino sobre lo humano. Podemos creer cualquier historia que nos cuenten del vecino, aunque no la presenciemos, pero dudamos de lo que profesamos, ya que no lo vimos. Grave error, pero excelente oportunidad para hacernos titubear sobre la veracidad de nuestra fe.