Hace muchos años cuando se debatía la aprobación del Tratado Torrijos-Carter, los estudiantes universitarios se lanzaron a las calles a protestar. La consecuencia inmediata de la dictadura no fue otra que reprimir a los manifestantes con bombas lacrimógenas. Yo que en aquel entonces no era estudiante universitario me fui a una casa en el barrio de La Cresta a ver aquellos acontecimientos. Recuerdo haber pensado en ese instante que era una lástima no pertenecer al estudiantado que luchaba por una causa y que para cuando me tocara mi turno no habría nada serio por lo cual protestar.
¡Pero cuán equivocado estaba! Cuando ingresé a la Universidad de Panamá la dictadura militar estaba en uno de sus mejores momentos. Poco tiempo después estalló la crisis de los años ochenta provocada por lo insostenible que resultaba la corrupción y crímenes que habían hecho nuestros mandatarios y que nos llevó a una invasión militar de otro país.
La universidad como ente creador de ideas y atento a todo acontecimiento que perjudicara a los nacionales de nuestra patria, salió a protestar en contra del régimen imperante. Salíamos a enfrentarnos a los antimotines llamados “Doberman”, cuya consecuencia, en el evento en que te capturaran, era la cárcel por el tiempo que ellos quisieran y en más de un caso, la tortura. Pero las salidas tenían un sentido de patriotismo y lo hacíamos sin cubrirnos las caras, ni dañando la propiedad ajena, ni a terceros y sabiendo que nuestra actitud era aplaudida por la población.
Ahora las cosas no son así. Los cierres de calles de los estudiantes universitarios me confunden, pues no sé si son actos vandálicos o de protestas. Se cubren sus rostros, lo que de salida pone de manifiesto que no creen en lo que hacen. Si alguien trata de pasar en su vehículo entre ellos, de seguro le romperán los vidrios, atacan a cualquier transeúnte y en más de una ocasión ocasionan destrozos con los bienes ajenos. Sus causas son absurdas y escapan del factor patriótico: el alto costo del combustible, el alza de la canasta básica, la falta de agua en Chichica, Chiriquí, entre otros.
Cuando uno cree en algo no se enmascara, lo manifiesta abiertamente y más en estos tiempos en que si la policía te llega a capturar lo máximo que te hace es multarte. Cierran calles en protestas de situaciones que ningún gobierno anterior o futuro puede controlar, como por ejemplo, el aumento en los precios de la gasolina, sin percatarse que al cerrar las calles los únicos perjudicados son el pueblo, al que por su absurdo comportamiento le hacen gastar más gasolina, ya que la gente queda atrapada en grandes tranques. En conclusión, más que ayudar a una causa, que por cierto no existe, perjudican a un pueblo que ni siquiera les presta atención.
Han confundido convenientemente el significado de la autonomía universitaria. ¿Es acaso la Universidad de Panamá un estado independiente donde se pueden ocultar sus miembros cuando dañan la propiedad ajena en sus protestas? ¿A quién hacemos responsables cuando le rompen los vidrios a un bus o carro que transita por esa vía, si después de tirarles piedras se esconden en el territorio “extranjero”?
¿Por qué en vez de salir a cerrar calles por situaciones absurdas no salen a pedir mejores aulas de clases, mejores profesores, currículos académicos más cónsonos con estos tiempos?
Cuando por fin se gradúan y salen a la realidad de la vida se percatan que están mal preparados y que otras universidades locales han formado mejores profesionales, que no sólo tenían excelentes profesores, sino también equipos y materiales. Pregúntense quiénes obtendrán un mejor trabajo.
Ya lo he dicho en varias oportunidades, la educación es la única forma de sacar a un pueblo de la pobreza. Mientras más se preparen, más oportunidades se les presentarán en la vida. No existen atajos y sus protestas sólo están perjudicando al mismo pueblo que ustedes dicen defender.
Finalmente, una aclaración. No debemos confundir los cierres de calles de los universitarios con los cierres de los moradores de alguna barriada donde no les llega el agua o donde los índices de violencia son inaceptables. Ellos saben que esa es la única forma de que el gobierno los escuche y les resuelva, pero ni lo hacen enmascarados, ni vandalizan nada, luchan frente a sus propias casas.
Hace muchos años cuando se debatía la aprobación del Tratado Torrijos-Carter, los estudiantes universitarios se lanzaron a las calles a protestar. La consecuencia inmediata de la dictadura no fue otra que reprimir a los manifestantes con bombas lacrimógenas. Yo que en aquel entonces no era estudiante universitario me fui a una casa en el barrio de La Cresta a ver aquellos acontecimientos. Recuerdo haber pensado en ese instante que era una lástima no pertenecer al estudiantado que luchaba por una causa y que para cuando me tocara mi turno no habría nada serio por lo cual protestar.
¡Pero cuán equivocado estaba! Cuando ingresé a la Universidad de Panamá la dictadura militar estaba en uno de sus mejores momentos. Poco tiempo después estalló la crisis de los años ochenta provocada por lo insostenible que resultaba la corrupción y crímenes que habían hecho nuestros mandatarios y que nos llevó a una invasión militar de otro país.
La universidad como ente creador de ideas y atento a todo acontecimiento que perjudicara a los nacionales de nuestra patria, salió a protestar en contra del régimen imperante. Salíamos a enfrentarnos a los antimotines llamados “Doberman”, cuya consecuencia, en el evento en que te capturaran, era la cárcel por el tiempo que ellos quisieran y en más de un caso, la tortura. Pero las salidas tenían un sentido de patriotismo y lo hacíamos sin cubrirnos las caras, ni dañando la propiedad ajena, ni a terceros y sabiendo que nuestra actitud era aplaudida por la población.
Ahora las cosas no son así. Los cierres de calles de los estudiantes universitarios me confunden, pues no sé si son actos vandálicos o de protestas. Se cubren sus rostros, lo que de salida pone de manifiesto que no creen en lo que hacen. Si alguien trata de pasar en su vehículo entre ellos, de seguro le romperán los vidrios, atacan a cualquier transeúnte y en más de una ocasión ocasionan destrozos con los bienes ajenos. Sus causas son absurdas y escapan del factor patriótico: el alto costo del combustible, el alza de la canasta básica, la falta de agua en Chichica, Chiriquí, entre otros.
Cuando uno cree en algo no se enmascara, lo manifiesta abiertamente y más en estos tiempos en que si la policía te llega a capturar lo máximo que te hace es multarte. Cierran calles en protestas de situaciones que ningún gobierno anterior o futuro puede controlar, como por ejemplo, el aumento en los precios de la gasolina, sin percatarse que al cerrar las calles los únicos perjudicados son el pueblo, al que por su absurdo comportamiento le hacen gastar más gasolina, ya que la gente queda atrapada en grandes tranques. En conclusión, más que ayudar a una causa, que por cierto no existe, perjudican a un pueblo que ni siquiera les presta atención.
Han confundido convenientemente el significado de la autonomía universitaria. ¿Es acaso la Universidad de Panamá un estado independiente donde se pueden ocultar sus miembros cuando dañan la propiedad ajena en sus protestas? ¿A quién hacemos responsables cuando le rompen los vidrios a un bus o carro que transita por esa vía, si después de tirarles piedras se esconden en el territorio “extranjero”?
¿Por qué en vez de salir a cerrar calles por situaciones absurdas no salen a pedir mejores aulas de clases, mejores profesores, currículos académicos más cónsonos con estos tiempos?
Cuando por fin se gradúan y salen a la realidad de la vida se percatan que están mal preparados y que otras universidades locales han formado mejores profesionales, que no sólo tenían excelentes profesores, sino también equipos y materiales. Pregúntense quiénes obtendrán un mejor trabajo.
Ya lo he dicho en varias oportunidades, la educación es la única forma de sacar a un pueblo de la pobreza. Mientras más se preparen, más oportunidades se les presentarán en la vida. No existen atajos y sus protestas sólo están perjudicando al mismo pueblo que ustedes dicen defender.
Finalmente, una aclaración. No debemos confundir los cierres de calles de los universitarios con los cierres de los moradores de alguna barriada donde no les llega el agua o donde los índices de violencia son inaceptables. Ellos saben que esa es la única forma de que el gobierno los escuche y les resuelva, pero ni lo hacen enmascarados, ni vandalizan nada, luchan frente a sus propias casas.