Los Empleados Públicos

Noviembre 27, 2010

Los Empleados Públicos

Noviembre 27, 2010

Érase una vez cuando la planilla estatal no era muy grande y los salarios de aquellos empleados públicos tampoco.

De repente el Estado decidió, por muchas razones, convertirse en agencia de colocación de empleo y salvamento para muchos en el país, quienes lo único que han sabido hacer en sus vidas es trabajar para el gobierno.

 

El funcionario por regla general es nombrado por ser miembro activo del partido en el poder, compadre del jefe o sobrino de otro jefe en alguna institución.

En cuanto llegan adquieren ciertos rasgos característicos que normalmente los distinguen como burócratas. El funcionario que lleva algunos años en el puesto, está en una oficina poco menos que deprimente, en un escritorio oxidado, con una computadora con varios virus y un teléfono de disco, en donde para animar su panorama ha pegado en las paredes pensamientos relacionados con la belleza de la vida o la amistad, cuadros de flores o algún Santo.

Su vida cotidiana se inicia cuando de forma puntual, porque son puntuales, llegan a su sitio de labores con alguna fritura, café o soda para desayunar, pues el tiempo no les dió en la casa para realizar tan magna labor. Si se trata de alguna funcionaria, a la hora de entrada comienza el proceso de maquillaje, pues al público hay que recibirlo con buena cara. Si el funcionario es varón resulta importante iniciar sus labores bien informados, por lo que expande sobre su escritorio alguno de los tabloides más sangrientos de la plaza.

Cuando finalmente deciden arrancar la faena empieza el proceso de estudiar los casos que sus jefes les han encomendado. No hay que equivocarse en mis apreciaciones, ya que el trabajo que se genera en una oficina pública es inmenso, producto que todo gira alrededor del gobierno.

Es por ello que el funcionario público está encerrado en un desgano permanente, pues no importa cuánto hagan, al final, siempre encontrarán mucho más que hacer.

Si usted como contribuyente se acerca a realizar un trámite no habitual o fuera del estrecho manual de procedimiento, se encontrará que nadie se atreverá a recibir su solicitud, por miedo a perder su puesto si lo hace. Consultarán con su superior y lo más seguro es que le dirán que eso no se puede hacer, pues ellos llevan veinte años haciéndolo de otra manera.

Si su solicitud ya está en trámite, pero se encuentra algo demorada en el laberinto burocrático, no se le ocurra formar ninguna clase de escándalo, ya que eso podría acarrear una demora adicional y hasta una negación a su solicitud.

Si lo que han hecho es emitir una resolución en contra y usted reconsidera, de seguro la confirmarán, pues a quién se le puede ocurrir que el mismo funcionario que le falló en contra, ahora, cinco días más tarde, va a estar de acuerdo con su posición.

Los días miércoles son de suma importancia para el funcionario, pues comprar su pedacito de billete es imprescindible para mantener la fe viva de que si gana podrá salir de allí. Eso sin perjuicio de cualquier rifa clandestina en donde se comprometen a pagarle una suma de dinero en el evento que su número salga premiado en el sorteo de la lotería.

Para las instituciones más organizadas están los boletos de algún “happy hour” para recaudar fondos para la cooperativa.

Los días de quincena son altamente importantes para los prestamistas usureros, los cuales madrugan en la institución para cambiar los cheques y cobrar la letra del préstamo a perpetuidad que tomó el funcionario.

Los bochinches institucionales son perennes. Es habitual escuchar que el Ministro o Director posee una lista de funcionarios a ser despedidos en la próxima quincena. Eso desmotiva aun más a los ya desmotivados empleados, además de aumentar la lentitud en los trámites, pues no se sabe si éste será su último cheque.

El funcionario público cuenta con una familia muy numerosa, la cual se enferma con relativa frecuencia, rompiendo las estadísticas del Ministerio de Salud que indican que no hay ninguna epidemia de importancia en Panamá. Esto le permite pedir no menos de tres permisos mensuales para ver al pariente que se encuentra en convalecencia.

La madre del funcionario, siempre está enferma, pero lo asombroso es que ni se cura, ni se muere, es por ello que se acerca al jefe con regularidad a pedirle un préstamo, el cual nunca paga, para comprarle los medicamentos que el Seguro Social hace rato no trae.

Cuando un funcionario es extremadamente incompetente y el jefe decide ponerle fin a la relación, se encuentra con el escenario que o está en carrera administrativa y para despedirlo debe realizar un proceso bastante complicado, o el funcionario es primo, del tío, del hermano, del Ministro de turno, el cual lo salva normalmente trasladándolo junto con su ineficiencia a otra dirección.

Si el funcionario no está en ninguno de los casos anteriores, entonces empieza a reclamar que él tiene quince años de servicio y que no lo pueden botar, como si los años en el cargo fueran una impunidad para no ser despedido por ineficiente.

En fin, el funcionario público es sin lugar a dudas un personaje que ha repercutido en la cultura panameña quedando arraigada hasta su raíz.

Érase una vez cuando la planilla estatal no era muy grande y los salarios de aquellos empleados públicos tampoco.

De repente el Estado decidió, por muchas razones, convertirse en agencia de colocación de empleo y salvamento para muchos en el país, quienes lo único que han sabido hacer en sus vidas es trabajar para el gobierno.

 

El funcionario por regla general es nombrado por ser miembro activo del partido en el poder, compadre del jefe o sobrino de otro jefe en alguna institución.

En cuanto llegan adquieren ciertos rasgos característicos que normalmente los distinguen como burócratas. El funcionario que lleva algunos años en el puesto, está en una oficina poco menos que deprimente, en un escritorio oxidado, con una computadora con varios virus y un teléfono de disco, en donde para animar su panorama ha pegado en las paredes pensamientos relacionados con la belleza de la vida o la amistad, cuadros de flores o algún Santo.

Su vida cotidiana se inicia cuando de forma puntual, porque son puntuales, llegan a su sitio de labores con alguna fritura, café o soda para desayunar, pues el tiempo no les dió en la casa para realizar tan magna labor. Si se trata de alguna funcionaria, a la hora de entrada comienza el proceso de maquillaje, pues al público hay que recibirlo con buena cara. Si el funcionario es varón resulta importante iniciar sus labores bien informados, por lo que expande sobre su escritorio alguno de los tabloides más sangrientos de la plaza.

Cuando finalmente deciden arrancar la faena empieza el proceso de estudiar los casos que sus jefes les han encomendado. No hay que equivocarse en mis apreciaciones, ya que el trabajo que se genera en una oficina pública es inmenso, producto que todo gira alrededor del gobierno.

Es por ello que el funcionario público está encerrado en un desgano permanente, pues no importa cuánto hagan, al final, siempre encontrarán mucho más que hacer.

Si usted como contribuyente se acerca a realizar un trámite no habitual o fuera del estrecho manual de procedimiento, se encontrará que nadie se atreverá a recibir su solicitud, por miedo a perder su puesto si lo hace. Consultarán con su superior y lo más seguro es que le dirán que eso no se puede hacer, pues ellos llevan veinte años haciéndolo de otra manera.

Si su solicitud ya está en trámite, pero se encuentra algo demorada en el laberinto burocrático, no se le ocurra formar ninguna clase de escándalo, ya que eso podría acarrear una demora adicional y hasta una negación a su solicitud.

Si lo que han hecho es emitir una resolución en contra y usted reconsidera, de seguro la confirmarán, pues a quién se le puede ocurrir que el mismo funcionario que le falló en contra, ahora, cinco días más tarde, va a estar de acuerdo con su posición.

Los días miércoles son de suma importancia para el funcionario, pues comprar su pedacito de billete es imprescindible para mantener la fe viva de que si gana podrá salir de allí. Eso sin perjuicio de cualquier rifa clandestina en donde se comprometen a pagarle una suma de dinero en el evento que su número salga premiado en el sorteo de la lotería.

Para las instituciones más organizadas están los boletos de algún “happy hour” para recaudar fondos para la cooperativa.

Los días de quincena son altamente importantes para los prestamistas usureros, los cuales madrugan en la institución para cambiar los cheques y cobrar la letra del préstamo a perpetuidad que tomó el funcionario.

Los bochinches institucionales son perennes. Es habitual escuchar que el Ministro o Director posee una lista de funcionarios a ser despedidos en la próxima quincena. Eso desmotiva aun más a los ya desmotivados empleados, además de aumentar la lentitud en los trámites, pues no se sabe si éste será su último cheque.

El funcionario público cuenta con una familia muy numerosa, la cual se enferma con relativa frecuencia, rompiendo las estadísticas del Ministerio de Salud que indican que no hay ninguna epidemia de importancia en Panamá. Esto le permite pedir no menos de tres permisos mensuales para ver al pariente que se encuentra en convalecencia.

La madre del funcionario, siempre está enferma, pero lo asombroso es que ni se cura, ni se muere, es por ello que se acerca al jefe con regularidad a pedirle un préstamo, el cual nunca paga, para comprarle los medicamentos que el Seguro Social hace rato no trae.

Cuando un funcionario es extremadamente incompetente y el jefe decide ponerle fin a la relación, se encuentra con el escenario que o está en carrera administrativa y para despedirlo debe realizar un proceso bastante complicado, o el funcionario es primo, del tío, del hermano, del Ministro de turno, el cual lo salva normalmente trasladándolo junto con su ineficiencia a otra dirección.

Si el funcionario no está en ninguno de los casos anteriores, entonces empieza a reclamar que él tiene quince años de servicio y que no lo pueden botar, como si los años en el cargo fueran una impunidad para no ser despedido por ineficiente.

En fin, el funcionario público es sin lugar a dudas un personaje que ha repercutido en la cultura panameña quedando arraigada hasta su raíz.

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