Se celebra este año, y no por pocas razones, el 410 aniversario de la primera parte y el 400 aniversario de la segunda parte, de haber visto la luz esa obra cervantista tan insigne y a la vez llena de tantos mensajes para la vida misma como lo fue El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Es una realidad y tal vez triste, que la mayoría de las personas del mundo hispanohablante solo han tenido oportunidad de estudiarla superficialmente, y de forma obligada, como una materia más del pensum académico de los bachilleratos, lo que provoca para los jóvenes aburrimiento y un aprendizaje memorístico de ciertos pasajes que luego han de plasmar en sus exámenes. En mi concepto, El Quijote se debe leer y estudiar durante todas las etapas de la vida, ya que los mensajes de allí desprendidos solo se pueden entender contra las vivencias que la vida misma le va dando al ser humano con el pasar de los años.
Durante varias centurias el mundo entero ha tratado, y con bastante éxito, de entender el sentido de la obra en todo su contexto y esplendor. No es para menos, pues a medida en que los años pasan y el intelecto humano crece por sus propios descubrimientos, los análisis se han podido tornar más detallados y precisos. Eso ha traído una consecuencia tal vez no deseada: alejarnos de la sencillez que don Miguel le quiso dar a esta magna obra.
Es precisamente la forma tan descriptiva, detallada y llena de sencillez de donde surge este artículo de una persona aficionada a su lectura como yo que busca, no resolver, sino plantearnos una hipótesis que quizás no podamos solucionar y que ha provocado que nos preguntemos: ¿y si fuera que la obra del ilustre escritor no es una novela sino una narración histórica con vestigios autobiográficos y filosóficos? No se trata de una pregunta caprichosa sino de un análisis de la vida misma de Cervantes.
Pero para entender esta pregunta es necesario acercarnos al género. La novela es según el Diccionario de la lengua española: Una obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres. (El subrayado es nuestro). Por su parte, la narración se define como: Relato oral o escrito en el que se cuenta algo que ha sucedido realmente o un hecho que busca situar al espectador dentro de una historia normalmente acaecidaen tiempo pretérito. (El subrayado es nuestro).
Los estudiosos literarios concluyen que las diferencias entre los dos géneros son abismales y ello es entendible, pues mientras que en la narración el tiempo y quien expresa el suceso son importantes, pero pueden separarse; en la novela, el lector busca encontrar todo un contexto unido: personajes, ambiente y tiempo y que por separado no tendrían ningún valor por sí solos.
A donde deseamos llegar es a cuestionarnos si es la obra El Quijote una narración de las hazañas de un caballero real, que podría ser el mismo autor o es simplemente la creación imaginativa de Cervantes. ¿Es Sancho Panza un personaje llamado a hacernos reír, digno representante de la época, que trata de trasmitirnos enseñanzas y experiencias a través del refrán y que hace las veces de contrapeso de su amo o un acompañante que sí existió?
En el siglo XVII, los libros de caballería eran sinónimos de aventuras. Esa experiencia que todos en mayor o menor grado deseamos tener en nuestras vidas. ¿Quién puede negar que en su pensamiento más íntimo alguna vez no se ha asomado el sueño de salir por el mundo de manera desinteresada, ni movidos por el ánimo de la codicia, solamente para “deshacer agravios, enderezar tuertos, enmendar sinrazones, mejorar abusos y satisfacer deudas”; pero la vida cotidiana y las obligaciones, impuestas o no, se lo ha impedido al grado que no pasa de ser un sueño? Atendiendo a este apetito humano fue que estas obras gozaron de tanta popularidad dentro de una España que vivía sus mejores momentos de gloria y éxitos que se desprendían de batallas ganadas y de conquistas realizadas sobre tierras que el mismo ser humano creía inexistentes. No había, en aquel entonces, mejor escenario para las obras de caballería que este reino donde los señores feudales asolaban a sus súbditos con furia, donde la justicia se conseguía en batallas a través de caballeros valerosos que obraban por amor. Para todos aquellos que no habían tenido acceso a disfrutar de esas aventuras, las novelas de caballería eran el mejor mecanismo para que la mente viajara por mundos mágicos, con personajes extraordinarios y con conquistas que normalmente se hacían en nombre de la justicia. Pese a eso, el hombre y la mujer pierden de vista que la vida misma, y más en aquella época, estaba llena de peripecias terribles por las que había que luchar diariamente y que eran dignas de contar como aventuras. Pero nadie se ve a sí mismo como un caballero que lucha por la justicia contra objetos o personas que en más de una ocasión son interpretados por nosotros mismos sobre la base de estigmas implantados por nuestros padres, el ambiente en que hemos vivido, el barrio en que hemos crecido o las indulgencias o inclemencias que la vida nos ha dado. Cervantes, aprovechándose del éxito de estas novelas, crea la suya; pero invirtiendo todos aquellos elementos que normalmente llevaban las aventuras de caballeros andantes, lo que resultó en una novela caballeresca llena de rasgos cómicos y anecdóticos.
¿Qué motivó al autor de la obra a crear un personaje antagónico con lo que habitualmente se estilaba proyectar en la época? Para contestar esta pregunta tenemos que entender la vida de Cervantes y su época, donde detectaremos sus rasgos.
Para la España y el mundo, el siglo XVII fue una era de grandes transformaciones. En materia científica surgen nuevos descubrimientos e ideas de las manos de Kepler, Copérnico, Galileo y Newton, que le dan un giro importante a cómo se veía el universo, trayendo choques con las creencias religiosas y con la Inquisición, que seguía muy presente en el reino de España. La corona de Felipe III pierde poder y hegemonía como resultado de sus luchas contra Holanda y Francia, siendo esta última la que surge como una nueva potencia basada sobre la monarquía absoluta. En materia económica, España entra en una crisis que aunada a las pestes puso a su población en un estado de desesperación. Más allá de los mares, en las Indias Orientales, Holanda, Francia e Inglaterra inician sus propias conquistas, lo que le resta poder a España sobre aquellas tierras, pero aporta nuevos descubrimientos científicos y exportaciones de nuevas ideas. A nivel del arte y la cultura nace el estilo barroco lo que permite a cada artista plasmar en sus obras de forma libre cómo ve el mundo. En este escenario surgen personajes como Shakespeare, Lope de Vega, Quevedo, Tirso de Molina, Góngora, el Greco, Velázquez y por supuesto, Cervantes.
Armar el edificio biográfico del autor del Ingenioso Hidalgo ha tomado algunos siglos; de hecho, al momento de su muerte no se contaba con mucha información y ha sido una labor de un sinnúmero de estudiosos poder llegar a los datos con los que hoy contamos. De hecho, su primera biografía surge en 1737, más de cien años después de su muerte. Oriundo de Alcalá de Henares, pero originalmente reclamado por Madrid, Sevilla, Toledo, Lucena, Esquivias, Alcázar de San Juan y Consuegra, es bautizado el 9 de octubre de 1547. Increíblemente su familia era oriunda de Galicia y aunque no pertenecía a la nobleza eran hidalgos, lo que podría definirse como una clase media con una pequeña propiedad y con el goce de algunos beneficios sociales de la época. Desde muy temprano, destacó en las letras y por su afición a la lectura, no siendo mi intención con estas palabras guiar al observador hacia la gran similitud que se tiene con el Quijote. Durante dos años estudió en la Universidad de Salamanca, que tan marcado lo dejaría y cuyos recuerdos de la vida estudiantil plasmaría en varias de sus obras, incluyendo la segunda parte de El Quijote.
Durante el año 1569 se alistó en la Armada española que se encontraba en Italia para luchar contra Selim II, quien había invadido la isla de Chipre perteneciente para aquel entonces a la República de Venecia. Se trataba de una guerra entre el cristianismo y el islamismo. Para un hidalgo como él, los caminos comunes a seguir para aquel entonces eran o el religioso o el militar. Fue durante la famosa Batalla de Lepanto que Cervantes mostró dotes de valentía y donde perdería para siempre la mano izquierda que le marcaría con un apodo de por vida. Durante su campaña militar tuvo oportunidad de visitar muchas de las mejores ciudades italianas. A la edad de veintiocho y tras siete años de ausencia, tras haber participado en tres contiendas, sin lograr escalar más allá del rango de cabo, solicita licencia para retornar a su hogar, triste, enfermo y cansado. Era como si se tratara del Caballero de la Triste Figura, en las postrimerías de su vida y que don Miguel dejaría plasmado en la parte final de su obra quijotesca.
Embarcose, pues, hacia su patria en compañía de su hermano Rodrigo en 1575, pero no por mucho tiempo puesto que el galeón fue sorprendido por la Armada argelina en una batalla muy desigual en que Cervantes destacó por su valentía. Se trataba de otra batalla no esperada, no planeada, con personajes aparecidos durante el viaje, a quienes ni siquiera se les provocó. ¿Y si fuese otra similitud con el Quijote?
Nuestro personaje, que era poseedor de unas cartas de recomendaciones de Juan de Austria y del duque de Sesa que le habían sido entregadas con el fin de ser presentadas al rey de España, fue rápidamente apresado y puesto al servicio de Dali-Mami, además de sometido a cuantas privaciones fueron posibles con el fin de lograr de sus familiares un rescate por su vida. Su valentía quedó al relieve por sus varios intentos infructuosos de fuga, en los que fue recapturado y obligado a delatar a sus cómplices, pero su heroísmo y honor nunca se derrumbó y jamás se doblegó, ni se le pudo arrancar palabra alguna que permitiera a sus captores conocer a sus compañeros de fuga.
¿Y si fuese que estos pasajes de su vida fueron llevados a El Quijote de una forma más poética y subliminal? Veamos: al final de la segunda parte de la obra en el capítulo LXIV, el Quijote se enfrenta en un duelo con el Caballero de la Blanca Luna. El diálogo entre ambos se desarrolla así:
“Insigne caballero y jamás como se debe alabado don Quijote de la Mancha, yo soy el Caballero de la Blanca Luna, cuyas inauditas hazañas quizá te le habrán traído a la memoria. Vengo a contender contigo y a probar la fuerza de tus brazos, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso: la cual verdad si tú la confiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela…”.
Sorpresivamente el Quijote es derrotado físicamente, mas no emocionalmente; recordando que su honor se encontraba por encima de la vida misma:
“—Vencido sois, caballero, y aun muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío.
Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, dijo:
—Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra”.
Una historia real y una novela con rasgos muy parecidos.
Teniendo noticia su familia de las terribles penurias en que se encontraban los hermanos Cervantes, su padre procedió a vender cuantos bienes poseía con el único fin de pagar el rescate solicitado. El dinero remitido les pareció poco a sus captores y solo alcanzó para que se liberara a su hermano Rodrigo, quien salió rumbo a la patria con el encargo de solicitarle ayuda a la monarquía para lograr la liberación de su hermano. Ya en 1578, los familiares logran conseguir una certificación de los alcaldes de la Corte, dirigida al rey, donde se certificaba junto a varios testigos que certificaban los servicios distinguidos de Miguel de Cervantes como soldado. Su padre fallecería poco después y sus familiares entrarían en la mayor de las desesperaciones al ver desvanecerse su más anhelado sueño.
Al año siguiente, el rey Felipe II dispuso entregarles a la familia Cervantes la suma de trescientos ducados con el fin de que fueran empleados en el rescate de su ser querido. La suma en cuestión fue enviada para el rescate, pero su captor exigía para entonces mil ducados por su rescate o de lo contrario don Miguel iría a parar a Constantinopla, lugar donde se trasladaría próximamente su carcelero. Compareció el padre Juan Gil, quien entabló negociaciones y llegó al acuerdo de pagar la suma de quinientos escudos de oro de España, suma que solo fue obtenible gracias a préstamos que se tuvieron que hacer para tal fin. Ello ayudó para que finalmente el 19 de septiembre de 1580 nuestro personaje llegara a su tierra patria.
Su llegada no fue fácil. Algunas personas tuvieron la intención de demostrar que su posición en aquellos años de cautiverio era algo cuestionable, pero gracias a innumerables testigos con quienes les tocó pasar años de esclavitud su honra quedaría resguardada de estos malintencionados. Esta etapa de su vida quedaría plasmada en una de sus novelas poco recordadas, La española inglesa, escrita durante su estancia en Sevilla muchos años después.
La pasión por la escritura surge en don Miguel de Cervantes como consecuencia del amor. Conoció a la joven Catalina de Palacios Salazar en un pueblo de Castilla, con quien contrajo matrimonio y para quien creó la obra La Galatea (1584), donde con nombres ficticios narra la vida cotidiana de la época y de la región. A sus treinta y siete años deja el Ejército con el rango de raso, mismo con el que había ingresado y se inicia en otras labores que lo llevarán con habitualidad a Madrid.
Sus primeros años de matrimonio le permitirían desarrollar algunas novelas pastoriles de poca importancia y que en nada le ayudaban a su precaria situación económica. Tuvo la necesidad que obligarlo a cambiar de género y dedicarse al teatro. Su primera obra fue una comedia denominada Los tratos de Argel, dedicada a sus años de presidio. Como se observará hasta ahora y en muchas de sus posteriores obras, Cervantes plasma en ellas sus vivencias acoplándolas al género al que desea dirigirlo, lo que nos refuerza la teoría de que El Quijote pudiera ser su autobiografía, observada desde un punto de vista de novela de caballería. Pero sin ánimo de adelantarnos, seguiremos buscando más elementos que nos permitan llegar a conclusiones más exactas. Por esos mismos años entra en escena el gran Lope de Vega, quien se convertirá en el monarca indiscutible de las comedias teatrales y desplazará a cuanto autor teatral estuviera a su paso y, claro, Cervantes no fue la excepción.
Se hizo necesario que Miguel de Cervantes buscara otro oficio que le permitiera mantener a su familia, fue entonces cuando se designó a su amigo Antonio de Guevara como consejero de Hacienda, quien le ofreció un puesto de comisario lo que lo obligó a trasladarse a vivir a Sevilla. En 1590, movido por las historias que llegaban del nuevo continente, elevó una solicitud al rey para que le designara en algún puesto en aquellas tierras, solicitud que no fue atendida. Por más de diez años ocupó este cargo para luego hacer otros de menos importancia.
Durante su estancia en Sevilla elaboró sus Novelas Ejemplares, Rinconete y Cortadillo, El curioso impertinente y la antes dicha La española inglesa, obra que desarrolló durante la invasión y el saqueo inglés a Cádiz, en 1596.
En 1597, Cervantes es acusado de hurto de parte de los recaudos que realizaba. No hizo más que declarar que su estado económico lo había obligado a llegar a ese estado de desesperación. Puesto en prisión pudo afianzar su libertad. De esta acusación no se libraría hasta 1603. Además, nada se sabrá de nuestro autor durante este periodo, quedándonos solo la certeza que durante el mismo fue cuando ideó El Quijote. Se comenta como una leyenda urbana que Cervantes comenzó a escribir la que sería su magna obra en la prisión, pero no se ha encontrado el más mínimo indicio expreso que demuestre este detalle. También se indica que pasó varias veces por la cárcel, siempre por el hurto de los dineros puesto a su administración, pero ni los mayores estudiosos de su vida han dado con las pruebas que pudieran darnos luces de la desdicha de nuestro autor.
Lo que sí nos queda claro es que con fecha del 26 de septiembre de 1604 se le otorga el privilegio real de publicar la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Publicada la primera edición a principio de 1605, Cervantes recibió desagravios como felicitaciones por su obra, pero ni lo uno ni lo otro variaron su resolución de llevar más allá de las fronteras su obra. Lo que sí afectó el nacimiento de su magna obra fue su tercer encarcelamiento por la muerte de don Gaspar de Ezpeleta, quien al ser asaltado y herido en un puente corrió a buscar auxilio a las puertas de la casa de Cervantes. Tras las declaraciones de algunos testigos fue liberado diez días más tarde libre de todo cargo.
Visto a grandes rasgos la vida del padre del Quijote, se hace necesario que revisemos los rasgos que caracterizaban al personaje ficticio, del autor real. El Quijote, cuyo nombre no queda claro para el espectador hasta la llegada de la segunda parte de la obra en 1615, era una persona que dedicó gran parte de sus días a leer libros de caballería hasta el punto que perdió el juicio. ¿Y si fuera que Miguel de Cervantes deseaba darle el toque de locura para disfrazarse a sí mismo o para proyectar las reacciones sociales que, aún en estos días, se les dan a aquellos intelectuales que por saber más se les tilda de locos? Recordemos por un momento que Cervantes por todos los medios había tratado de sobresalir como hombre de letras, sin tener el éxito deseado, ni el patrocinio necesario para sus publicaciones. La creación de un personaje cuerdo hubiese echado por tierra toda argumentación que tratara de justificar cómo un noble hidalgo se desvinculaba de sus bienes en busca de aventuras y justicia. Por ello, su locura era menester implantarla desde un inicio para sustentar las decisiones que tomaría a lo largo de sus viajes, pero a la vez un recordatorio de que todos tomamos decisiones sin motivos razonados y que tienden a ser calificadas como locura, pues al final de músico, poeta y loco todos tenemos un poco. Solo en las reales novelas de caballería el aguerrido personaje principal logra con todo éxito el triunfo ante cada obstáculo o lucha, situación que en nada se asemeja a la del Quijote.
Ahora nos encontrábamos con un personaje que:
“…vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías”.
Y así las cosas:
“… rematado ya su juicio, vino a dar en el más estraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama”.
¿Y si fuesen estas líneas una definición de la razón que motivó a don Miguel a alistarse en la Armada española? ¿Acaso no es la lectura la mayor creadora de aventuras en la mente del ser humano que envuelve al cerebro y moviliza la voluntad?
No han sido pocos los que al hablar del Quijote lo asocian a aquellos cuyas obras están destinadas al fracaso. La inmensa mayoría de las personas al escuchar de alguna obra portentosa y cuya razón personal no alcanza a vislumbrar una culminación exitosa, suelen llamar a la misma quijotesca. Miguel de Cervantes demostró a lo largo de su vida como soldado una personalidad generosa y desbordante con un solo fin, lograr el bien hasta en los lugares más recónditos de la Tierra para luego descansar sobre la fama no regalada, sino ganada, misma razón que esgrimiría el Quijote. Pero su heroísmo en Lepanto y sus años de cautiverio no le trajeron el reconocimiento tan esperado. Como entró en la milicia, salió. La semejanza entre lo ficticio y lo real es clara, la búsqueda del sueño por conducto de grandes hazañas. Pero la vida de Cervantes está llena de rasgos tristes como la del Caballero de la Triste Figura. Sin embargo, no puede concluirse solo al ver las primeras páginas de la obra cervantina que se trata de su autobiografía dibujada en un libro de caballería, tendríamos que adentrarnos más a lo interno del ser, a pesar de que se ha visto a lo largo de su vida que muchas de sus obras recogen pasajes y personajes de la vida real.
Un elemento digno de mencionar son los caminos que Miguel de Cervantes hace recorrer al Quijote. Para empezar, don Miguel no nos deja en claro de dónde partió nuestro caballero, solo se limita a decir que ha sido en un lugar de La Mancha. Este hecho tan simplista ha abierto debates teóricos que perduran hasta nuestros días en la búsqueda por armar el rompecabezas de los caminos transitados por el Quijote. Si hoy recorriéramos los parajes mencionados en la obra, paso a paso, nos encontraríamos con que la narrativa era en extremo exacta. ¿Cómo ello fue posible en una época donde la única forma de conocer los caminos de la Tierra era en persona? Salta a todas luces que tanta precisión fue el resultado del recorrido del creador de nuestro personaje. Y por esas casualidades de la vida resultaron ser los mismos sitios o donde le tocó vivir o donde fue destinado a trabajar. Este elemento nos permite acercarnos más a la hipótesis que tratamos de teorizar aquí.
Cada vez que se habla sobre el Quijote lo primero que viene a la mente, y no sé por qué, es su lucha con los molinos de viento en el campo de Criptana. En este pasaje que ocupa tan solo dos páginas de la obra, el autor trata de proyectarnos el significado de las cosas desde el punto de vista filosófico y otro material. En la parte filosófica, Cervantes tal vez trató de mostrar su propio sentir; una constante lucha contra gigantes de brazos largos. Ese gigante que cada uno lleva por dentro y que surgen del subconsciente y que se anida allí hasta convertirse en un gigante real y crece ante cada frustración, trauma o dolor que la vida les presenta. En la parte material se plantea otra cosa, pues para la mayoría de los seres humanos, aquellos gigantes no son más que unos molinos de viento que nuestro personaje, consciente o inconscientemente, por estar loco –si es que lo estaba– los percibe de otra forma, distorsionando la realidad, enfrentándose a ellos para luego ser vencido.
Lo filosófico no se aleja del todo de lo material, ya que esa supuesta locura aparece ante cada aventura que lo motiva a buscar la justicia para luego salir derrotado. ¿Pero cuál justicia? Aquella que el mismo escritor le desea proyectar al Quijote y que tal vez era la justica que Cervantes percibía como escasa en su época. Aquella que cada quién interpreta según sus costumbres, vivencias o crianzas, ya que al fin y al cabo la justica es muy subjetiva y siempre dependerá de quién la aplique.
El personaje que se nos trata de presentar es una persona idealista, que intenta hacer las cosas como mejor lo considera, sin hacerle daño a nadie, teniendo como único fin agraciar a su amada. Pero los golpes de sus aventuras, que no son más que golpes de la vida –trivialidad, mezquindad e injustica– lo llevan paso a paso a la triste conclusión de que hay cosas que jamás podrá vencer, quizás porque el pensamiento del Caballero de la Triste Figura y por ende de su autor están impregnados de ideas muy avanzadas para sus tiempos.
La primera parte de El Quijote publicada en 1605 estaba llena de luchas y aventuras. Sin embargo, en la segunda parte publicada en 1615, vemos a un Cervantes que nos enseña a nuestro personaje más pensativo, menos aventurero, más conciliador, más filosófico. Y es que la vida nos hace así, en una etapa luchadores incansables, para luego llevar nuestras actuaciones a un sitial más práctico, más sosegado, más pensado.
Al final de obra nos encontramos que la muerte del Quijote y la de Miguel de Cervantes se abrazan en similitudes. El ingenioso hidalgo en su lecho y con una agonía final recobra la razón, esa que todos daban por perdida, si es que alguna vez estuvo extraviada, y reaparece la figura de Alonso Quijano, solo para dar testimonio de que el mundo al cual salió para hacer justicia, luchar contra aquellas cosas que le hacen mal al hombre, libre de todo egoísmo, lo rechazó, desvaneciendo sus anhelos, no porque sus intenciones no fueran loables, sino porque la vida misma es así, injusta ante nuestros propósitos, sueños y deseos por más buenos que sean. En este momento de dolor y sufrimiento del valeroso caballero la ironía se hace presente y Sancho Panza pierde la razón rogándole a su compañero de muchas batallas y experiencias que no muera, que salgan a buscar nuevas aventuras, como señal inequívoca de que sus enseñanzas por lo menos han quedado arraigadas en un ser con mucho orgullo. Y es en este preciso momento donde nos percatamos de que el hidalgo al cual todos daban por chiflado poseía una cordura que ahora se comprendía y se convertía en digna de imitar.
Miguel de Cervantes, quien fallecería poco después de la publicación de la segunda parte de El Quijote, reflejó su final en las últimas líneas su novela. Y así, angustiado por los pesares de la vida, rodeado solo con sus más allegados y cansado de múltiples aventuras, fallece con muchas penas y pocas glorias.
Miguel de Cervantes muere el 23 de abril de 1616, el mismo día que otro genio de la literatura falleciere, William Shakespeare. Esa casualidad ha dado pie a que muchos estudiosos de sus obras llegasen a teorizar que posiblemente se trataba de una misma persona. De hecho, la obra El Quijote, que fue traducida al inglés en sus inicios gozó de mayor éxito en Inglaterra que en España. ¿Y si Cervantes y Shakespeare hubiesen sido la misma persona?
Para ellos que creen esto tengo un dato curioso: es cierto que ambos autores murieron el mismo día, pero el calendario gregoriano que ya estaba en uso en 1616 en España no se aplicó en Inglaterra hasta 1754, lo que significa que Shakespeare le sobrevivió a Cervantes doce días más.
Se celebra este año, y no por pocas razones, el 410 aniversario de la primera parte y el 400 aniversario de la segunda parte, de haber visto la luz esa obra cervantista tan insigne y a la vez llena de tantos mensajes para la vida misma como lo fue El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Es una realidad y tal vez triste, que la mayoría de las personas del mundo hispanohablante solo han tenido oportunidad de estudiarla superficialmente, y de forma obligada, como una materia más del pensum académico de los bachilleratos, lo que provoca para los jóvenes aburrimiento y un aprendizaje memorístico de ciertos pasajes que luego han de plasmar en sus exámenes. En mi concepto, El Quijote se debe leer y estudiar durante todas las etapas de la vida, ya que los mensajes de allí desprendidos solo se pueden entender contra las vivencias que la vida misma le va dando al ser humano con el pasar de los años.
Durante varias centurias el mundo entero ha tratado, y con bastante éxito, de entender el sentido de la obra en todo su contexto y esplendor. No es para menos, pues a medida en que los años pasan y el intelecto humano crece por sus propios descubrimientos, los análisis se han podido tornar más detallados y precisos. Eso ha traído una consecuencia tal vez no deseada: alejarnos de la sencillez que don Miguel le quiso dar a esta magna obra.
Es precisamente la forma tan descriptiva, detallada y llena de sencillez de donde surge este artículo de una persona aficionada a su lectura como yo que busca, no resolver, sino plantearnos una hipótesis que quizás no podamos solucionar y que ha provocado que nos preguntemos: ¿y si fuera que la obra del ilustre escritor no es una novela sino una narración histórica con vestigios autobiográficos y filosóficos? No se trata de una pregunta caprichosa sino de un análisis de la vida misma de Cervantes.
Pero para entender esta pregunta es necesario acercarnos al género. La novela es según el Diccionario de la lengua española: Una obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres. (El subrayado es nuestro). Por su parte, la narración se define como: Relato oral o escrito en el que se cuenta algo que ha sucedido realmente o un hecho que busca situar al espectador dentro de una historia normalmente acaecidaen tiempo pretérito. (El subrayado es nuestro).
Los estudiosos literarios concluyen que las diferencias entre los dos géneros son abismales y ello es entendible, pues mientras que en la narración el tiempo y quien expresa el suceso son importantes, pero pueden separarse; en la novela, el lector busca encontrar todo un contexto unido: personajes, ambiente y tiempo y que por separado no tendrían ningún valor por sí solos.
A donde deseamos llegar es a cuestionarnos si es la obra El Quijote una narración de las hazañas de un caballero real, que podría ser el mismo autor o es simplemente la creación imaginativa de Cervantes. ¿Es Sancho Panza un personaje llamado a hacernos reír, digno representante de la época, que trata de trasmitirnos enseñanzas y experiencias a través del refrán y que hace las veces de contrapeso de su amo o un acompañante que sí existió?
En el siglo XVII, los libros de caballería eran sinónimos de aventuras. Esa experiencia que todos en mayor o menor grado deseamos tener en nuestras vidas. ¿Quién puede negar que en su pensamiento más íntimo alguna vez no se ha asomado el sueño de salir por el mundo de manera desinteresada, ni movidos por el ánimo de la codicia, solamente para “deshacer agravios, enderezar tuertos, enmendar sinrazones, mejorar abusos y satisfacer deudas”; pero la vida cotidiana y las obligaciones, impuestas o no, se lo ha impedido al grado que no pasa de ser un sueño? Atendiendo a este apetito humano fue que estas obras gozaron de tanta popularidad dentro de una España que vivía sus mejores momentos de gloria y éxitos que se desprendían de batallas ganadas y de conquistas realizadas sobre tierras que el mismo ser humano creía inexistentes. No había, en aquel entonces, mejor escenario para las obras de caballería que este reino donde los señores feudales asolaban a sus súbditos con furia, donde la justicia se conseguía en batallas a través de caballeros valerosos que obraban por amor. Para todos aquellos que no habían tenido acceso a disfrutar de esas aventuras, las novelas de caballería eran el mejor mecanismo para que la mente viajara por mundos mágicos, con personajes extraordinarios y con conquistas que normalmente se hacían en nombre de la justicia. Pese a eso, el hombre y la mujer pierden de vista que la vida misma, y más en aquella época, estaba llena de peripecias terribles por las que había que luchar diariamente y que eran dignas de contar como aventuras. Pero nadie se ve a sí mismo como un caballero que lucha por la justicia contra objetos o personas que en más de una ocasión son interpretados por nosotros mismos sobre la base de estigmas implantados por nuestros padres, el ambiente en que hemos vivido, el barrio en que hemos crecido o las indulgencias o inclemencias que la vida nos ha dado. Cervantes, aprovechándose del éxito de estas novelas, crea la suya; pero invirtiendo todos aquellos elementos que normalmente llevaban las aventuras de caballeros andantes, lo que resultó en una novela caballeresca llena de rasgos cómicos y anecdóticos.
¿Qué motivó al autor de la obra a crear un personaje antagónico con lo que habitualmente se estilaba proyectar en la época? Para contestar esta pregunta tenemos que entender la vida de Cervantes y su época, donde detectaremos sus rasgos.
Para la España y el mundo, el siglo XVII fue una era de grandes transformaciones. En materia científica surgen nuevos descubrimientos e ideas de las manos de Kepler, Copérnico, Galileo y Newton, que le dan un giro importante a cómo se veía el universo, trayendo choques con las creencias religiosas y con la Inquisición, que seguía muy presente en el reino de España. La corona de Felipe III pierde poder y hegemonía como resultado de sus luchas contra Holanda y Francia, siendo esta última la que surge como una nueva potencia basada sobre la monarquía absoluta. En materia económica, España entra en una crisis que aunada a las pestes puso a su población en un estado de desesperación. Más allá de los mares, en las Indias Orientales, Holanda, Francia e Inglaterra inician sus propias conquistas, lo que le resta poder a España sobre aquellas tierras, pero aporta nuevos descubrimientos científicos y exportaciones de nuevas ideas. A nivel del arte y la cultura nace el estilo barroco lo que permite a cada artista plasmar en sus obras de forma libre cómo ve el mundo. En este escenario surgen personajes como Shakespeare, Lope de Vega, Quevedo, Tirso de Molina, Góngora, el Greco, Velázquez y por supuesto, Cervantes.
Armar el edificio biográfico del autor del Ingenioso Hidalgo ha tomado algunos siglos; de hecho, al momento de su muerte no se contaba con mucha información y ha sido una labor de un sinnúmero de estudiosos poder llegar a los datos con los que hoy contamos. De hecho, su primera biografía surge en 1737, más de cien años después de su muerte. Oriundo de Alcalá de Henares, pero originalmente reclamado por Madrid, Sevilla, Toledo, Lucena, Esquivias, Alcázar de San Juan y Consuegra, es bautizado el 9 de octubre de 1547. Increíblemente su familia era oriunda de Galicia y aunque no pertenecía a la nobleza eran hidalgos, lo que podría definirse como una clase media con una pequeña propiedad y con el goce de algunos beneficios sociales de la época. Desde muy temprano, destacó en las letras y por su afición a la lectura, no siendo mi intención con estas palabras guiar al observador hacia la gran similitud que se tiene con el Quijote. Durante dos años estudió en la Universidad de Salamanca, que tan marcado lo dejaría y cuyos recuerdos de la vida estudiantil plasmaría en varias de sus obras, incluyendo la segunda parte de El Quijote.
Durante el año 1569 se alistó en la Armada española que se encontraba en Italia para luchar contra Selim II, quien había invadido la isla de Chipre perteneciente para aquel entonces a la República de Venecia. Se trataba de una guerra entre el cristianismo y el islamismo. Para un hidalgo como él, los caminos comunes a seguir para aquel entonces eran o el religioso o el militar. Fue durante la famosa Batalla de Lepanto que Cervantes mostró dotes de valentía y donde perdería para siempre la mano izquierda que le marcaría con un apodo de por vida. Durante su campaña militar tuvo oportunidad de visitar muchas de las mejores ciudades italianas. A la edad de veintiocho y tras siete años de ausencia, tras haber participado en tres contiendas, sin lograr escalar más allá del rango de cabo, solicita licencia para retornar a su hogar, triste, enfermo y cansado. Era como si se tratara del Caballero de la Triste Figura, en las postrimerías de su vida y que don Miguel dejaría plasmado en la parte final de su obra quijotesca.
Embarcose, pues, hacia su patria en compañía de su hermano Rodrigo en 1575, pero no por mucho tiempo puesto que el galeón fue sorprendido por la Armada argelina en una batalla muy desigual en que Cervantes destacó por su valentía. Se trataba de otra batalla no esperada, no planeada, con personajes aparecidos durante el viaje, a quienes ni siquiera se les provocó. ¿Y si fuese otra similitud con el Quijote?
Nuestro personaje, que era poseedor de unas cartas de recomendaciones de Juan de Austria y del duque de Sesa que le habían sido entregadas con el fin de ser presentadas al rey de España, fue rápidamente apresado y puesto al servicio de Dali-Mami, además de sometido a cuantas privaciones fueron posibles con el fin de lograr de sus familiares un rescate por su vida. Su valentía quedó al relieve por sus varios intentos infructuosos de fuga, en los que fue recapturado y obligado a delatar a sus cómplices, pero su heroísmo y honor nunca se derrumbó y jamás se doblegó, ni se le pudo arrancar palabra alguna que permitiera a sus captores conocer a sus compañeros de fuga.
¿Y si fuese que estos pasajes de su vida fueron llevados a El Quijote de una forma más poética y subliminal? Veamos: al final de la segunda parte de la obra en el capítulo LXIV, el Quijote se enfrenta en un duelo con el Caballero de la Blanca Luna. El diálogo entre ambos se desarrolla así:
“Insigne caballero y jamás como se debe alabado don Quijote de la Mancha, yo soy el Caballero de la Blanca Luna, cuyas inauditas hazañas quizá te le habrán traído a la memoria. Vengo a contender contigo y a probar la fuerza de tus brazos, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso: la cual verdad si tú la confiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela…”.
Sorpresivamente el Quijote es derrotado físicamente, mas no emocionalmente; recordando que su honor se encontraba por encima de la vida misma:
“—Vencido sois, caballero, y aun muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío.
Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, dijo:
—Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra”.
Una historia real y una novela con rasgos muy parecidos.
Teniendo noticia su familia de las terribles penurias en que se encontraban los hermanos Cervantes, su padre procedió a vender cuantos bienes poseía con el único fin de pagar el rescate solicitado. El dinero remitido les pareció poco a sus captores y solo alcanzó para que se liberara a su hermano Rodrigo, quien salió rumbo a la patria con el encargo de solicitarle ayuda a la monarquía para lograr la liberación de su hermano. Ya en 1578, los familiares logran conseguir una certificación de los alcaldes de la Corte, dirigida al rey, donde se certificaba junto a varios testigos que certificaban los servicios distinguidos de Miguel de Cervantes como soldado. Su padre fallecería poco después y sus familiares entrarían en la mayor de las desesperaciones al ver desvanecerse su más anhelado sueño.
Al año siguiente, el rey Felipe II dispuso entregarles a la familia Cervantes la suma de trescientos ducados con el fin de que fueran empleados en el rescate de su ser querido. La suma en cuestión fue enviada para el rescate, pero su captor exigía para entonces mil ducados por su rescate o de lo contrario don Miguel iría a parar a Constantinopla, lugar donde se trasladaría próximamente su carcelero. Compareció el padre Juan Gil, quien entabló negociaciones y llegó al acuerdo de pagar la suma de quinientos escudos de oro de España, suma que solo fue obtenible gracias a préstamos que se tuvieron que hacer para tal fin. Ello ayudó para que finalmente el 19 de septiembre de 1580 nuestro personaje llegara a su tierra patria.
Su llegada no fue fácil. Algunas personas tuvieron la intención de demostrar que su posición en aquellos años de cautiverio era algo cuestionable, pero gracias a innumerables testigos con quienes les tocó pasar años de esclavitud su honra quedaría resguardada de estos malintencionados. Esta etapa de su vida quedaría plasmada en una de sus novelas poco recordadas, La española inglesa, escrita durante su estancia en Sevilla muchos años después.
La pasión por la escritura surge en don Miguel de Cervantes como consecuencia del amor. Conoció a la joven Catalina de Palacios Salazar en un pueblo de Castilla, con quien contrajo matrimonio y para quien creó la obra La Galatea (1584), donde con nombres ficticios narra la vida cotidiana de la época y de la región. A sus treinta y siete años deja el Ejército con el rango de raso, mismo con el que había ingresado y se inicia en otras labores que lo llevarán con habitualidad a Madrid.
Sus primeros años de matrimonio le permitirían desarrollar algunas novelas pastoriles de poca importancia y que en nada le ayudaban a su precaria situación económica. Tuvo la necesidad que obligarlo a cambiar de género y dedicarse al teatro. Su primera obra fue una comedia denominada Los tratos de Argel, dedicada a sus años de presidio. Como se observará hasta ahora y en muchas de sus posteriores obras, Cervantes plasma en ellas sus vivencias acoplándolas al género al que desea dirigirlo, lo que nos refuerza la teoría de que El Quijote pudiera ser su autobiografía, observada desde un punto de vista de novela de caballería. Pero sin ánimo de adelantarnos, seguiremos buscando más elementos que nos permitan llegar a conclusiones más exactas. Por esos mismos años entra en escena el gran Lope de Vega, quien se convertirá en el monarca indiscutible de las comedias teatrales y desplazará a cuanto autor teatral estuviera a su paso y, claro, Cervantes no fue la excepción.
Se hizo necesario que Miguel de Cervantes buscara otro oficio que le permitiera mantener a su familia, fue entonces cuando se designó a su amigo Antonio de Guevara como consejero de Hacienda, quien le ofreció un puesto de comisario lo que lo obligó a trasladarse a vivir a Sevilla. En 1590, movido por las historias que llegaban del nuevo continente, elevó una solicitud al rey para que le designara en algún puesto en aquellas tierras, solicitud que no fue atendida. Por más de diez años ocupó este cargo para luego hacer otros de menos importancia.
Durante su estancia en Sevilla elaboró sus Novelas Ejemplares, Rinconete y Cortadillo, El curioso impertinente y la antes dicha La española inglesa, obra que desarrolló durante la invasión y el saqueo inglés a Cádiz, en 1596.
En 1597, Cervantes es acusado de hurto de parte de los recaudos que realizaba. No hizo más que declarar que su estado económico lo había obligado a llegar a ese estado de desesperación. Puesto en prisión pudo afianzar su libertad. De esta acusación no se libraría hasta 1603. Además, nada se sabrá de nuestro autor durante este periodo, quedándonos solo la certeza que durante el mismo fue cuando ideó El Quijote. Se comenta como una leyenda urbana que Cervantes comenzó a escribir la que sería su magna obra en la prisión, pero no se ha encontrado el más mínimo indicio expreso que demuestre este detalle. También se indica que pasó varias veces por la cárcel, siempre por el hurto de los dineros puesto a su administración, pero ni los mayores estudiosos de su vida han dado con las pruebas que pudieran darnos luces de la desdicha de nuestro autor.
Lo que sí nos queda claro es que con fecha del 26 de septiembre de 1604 se le otorga el privilegio real de publicar la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Publicada la primera edición a principio de 1605, Cervantes recibió desagravios como felicitaciones por su obra, pero ni lo uno ni lo otro variaron su resolución de llevar más allá de las fronteras su obra. Lo que sí afectó el nacimiento de su magna obra fue su tercer encarcelamiento por la muerte de don Gaspar de Ezpeleta, quien al ser asaltado y herido en un puente corrió a buscar auxilio a las puertas de la casa de Cervantes. Tras las declaraciones de algunos testigos fue liberado diez días más tarde libre de todo cargo.
Visto a grandes rasgos la vida del padre del Quijote, se hace necesario que revisemos los rasgos que caracterizaban al personaje ficticio, del autor real. El Quijote, cuyo nombre no queda claro para el espectador hasta la llegada de la segunda parte de la obra en 1615, era una persona que dedicó gran parte de sus días a leer libros de caballería hasta el punto que perdió el juicio. ¿Y si fuera que Miguel de Cervantes deseaba darle el toque de locura para disfrazarse a sí mismo o para proyectar las reacciones sociales que, aún en estos días, se les dan a aquellos intelectuales que por saber más se les tilda de locos? Recordemos por un momento que Cervantes por todos los medios había tratado de sobresalir como hombre de letras, sin tener el éxito deseado, ni el patrocinio necesario para sus publicaciones. La creación de un personaje cuerdo hubiese echado por tierra toda argumentación que tratara de justificar cómo un noble hidalgo se desvinculaba de sus bienes en busca de aventuras y justicia. Por ello, su locura era menester implantarla desde un inicio para sustentar las decisiones que tomaría a lo largo de sus viajes, pero a la vez un recordatorio de que todos tomamos decisiones sin motivos razonados y que tienden a ser calificadas como locura, pues al final de músico, poeta y loco todos tenemos un poco. Solo en las reales novelas de caballería el aguerrido personaje principal logra con todo éxito el triunfo ante cada obstáculo o lucha, situación que en nada se asemeja a la del Quijote.
Ahora nos encontrábamos con un personaje que:
“…vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías”.
Y así las cosas:
“… rematado ya su juicio, vino a dar en el más estraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama”.
¿Y si fuesen estas líneas una definición de la razón que motivó a don Miguel a alistarse en la Armada española? ¿Acaso no es la lectura la mayor creadora de aventuras en la mente del ser humano que envuelve al cerebro y moviliza la voluntad?
No han sido pocos los que al hablar del Quijote lo asocian a aquellos cuyas obras están destinadas al fracaso. La inmensa mayoría de las personas al escuchar de alguna obra portentosa y cuya razón personal no alcanza a vislumbrar una culminación exitosa, suelen llamar a la misma quijotesca. Miguel de Cervantes demostró a lo largo de su vida como soldado una personalidad generosa y desbordante con un solo fin, lograr el bien hasta en los lugares más recónditos de la Tierra para luego descansar sobre la fama no regalada, sino ganada, misma razón que esgrimiría el Quijote. Pero su heroísmo en Lepanto y sus años de cautiverio no le trajeron el reconocimiento tan esperado. Como entró en la milicia, salió. La semejanza entre lo ficticio y lo real es clara, la búsqueda del sueño por conducto de grandes hazañas. Pero la vida de Cervantes está llena de rasgos tristes como la del Caballero de la Triste Figura. Sin embargo, no puede concluirse solo al ver las primeras páginas de la obra cervantina que se trata de su autobiografía dibujada en un libro de caballería, tendríamos que adentrarnos más a lo interno del ser, a pesar de que se ha visto a lo largo de su vida que muchas de sus obras recogen pasajes y personajes de la vida real.
Un elemento digno de mencionar son los caminos que Miguel de Cervantes hace recorrer al Quijote. Para empezar, don Miguel no nos deja en claro de dónde partió nuestro caballero, solo se limita a decir que ha sido en un lugar de La Mancha. Este hecho tan simplista ha abierto debates teóricos que perduran hasta nuestros días en la búsqueda por armar el rompecabezas de los caminos transitados por el Quijote. Si hoy recorriéramos los parajes mencionados en la obra, paso a paso, nos encontraríamos con que la narrativa era en extremo exacta. ¿Cómo ello fue posible en una época donde la única forma de conocer los caminos de la Tierra era en persona? Salta a todas luces que tanta precisión fue el resultado del recorrido del creador de nuestro personaje. Y por esas casualidades de la vida resultaron ser los mismos sitios o donde le tocó vivir o donde fue destinado a trabajar. Este elemento nos permite acercarnos más a la hipótesis que tratamos de teorizar aquí.
Cada vez que se habla sobre el Quijote lo primero que viene a la mente, y no sé por qué, es su lucha con los molinos de viento en el campo de Criptana. En este pasaje que ocupa tan solo dos páginas de la obra, el autor trata de proyectarnos el significado de las cosas desde el punto de vista filosófico y otro material. En la parte filosófica, Cervantes tal vez trató de mostrar su propio sentir; una constante lucha contra gigantes de brazos largos. Ese gigante que cada uno lleva por dentro y que surgen del subconsciente y que se anida allí hasta convertirse en un gigante real y crece ante cada frustración, trauma o dolor que la vida les presenta. En la parte material se plantea otra cosa, pues para la mayoría de los seres humanos, aquellos gigantes no son más que unos molinos de viento que nuestro personaje, consciente o inconscientemente, por estar loco –si es que lo estaba– los percibe de otra forma, distorsionando la realidad, enfrentándose a ellos para luego ser vencido.
Lo filosófico no se aleja del todo de lo material, ya que esa supuesta locura aparece ante cada aventura que lo motiva a buscar la justicia para luego salir derrotado. ¿Pero cuál justicia? Aquella que el mismo escritor le desea proyectar al Quijote y que tal vez era la justica que Cervantes percibía como escasa en su época. Aquella que cada quién interpreta según sus costumbres, vivencias o crianzas, ya que al fin y al cabo la justica es muy subjetiva y siempre dependerá de quién la aplique.
El personaje que se nos trata de presentar es una persona idealista, que intenta hacer las cosas como mejor lo considera, sin hacerle daño a nadie, teniendo como único fin agraciar a su amada. Pero los golpes de sus aventuras, que no son más que golpes de la vida –trivialidad, mezquindad e injustica– lo llevan paso a paso a la triste conclusión de que hay cosas que jamás podrá vencer, quizás porque el pensamiento del Caballero de la Triste Figura y por ende de su autor están impregnados de ideas muy avanzadas para sus tiempos.
La primera parte de El Quijote publicada en 1605 estaba llena de luchas y aventuras. Sin embargo, en la segunda parte publicada en 1615, vemos a un Cervantes que nos enseña a nuestro personaje más pensativo, menos aventurero, más conciliador, más filosófico. Y es que la vida nos hace así, en una etapa luchadores incansables, para luego llevar nuestras actuaciones a un sitial más práctico, más sosegado, más pensado.
Al final de obra nos encontramos que la muerte del Quijote y la de Miguel de Cervantes se abrazan en similitudes. El ingenioso hidalgo en su lecho y con una agonía final recobra la razón, esa que todos daban por perdida, si es que alguna vez estuvo extraviada, y reaparece la figura de Alonso Quijano, solo para dar testimonio de que el mundo al cual salió para hacer justicia, luchar contra aquellas cosas que le hacen mal al hombre, libre de todo egoísmo, lo rechazó, desvaneciendo sus anhelos, no porque sus intenciones no fueran loables, sino porque la vida misma es así, injusta ante nuestros propósitos, sueños y deseos por más buenos que sean. En este momento de dolor y sufrimiento del valeroso caballero la ironía se hace presente y Sancho Panza pierde la razón rogándole a su compañero de muchas batallas y experiencias que no muera, que salgan a buscar nuevas aventuras, como señal inequívoca de que sus enseñanzas por lo menos han quedado arraigadas en un ser con mucho orgullo. Y es en este preciso momento donde nos percatamos de que el hidalgo al cual todos daban por chiflado poseía una cordura que ahora se comprendía y se convertía en digna de imitar.
Miguel de Cervantes, quien fallecería poco después de la publicación de la segunda parte de El Quijote, reflejó su final en las últimas líneas su novela. Y así, angustiado por los pesares de la vida, rodeado solo con sus más allegados y cansado de múltiples aventuras, fallece con muchas penas y pocas glorias.
Miguel de Cervantes muere el 23 de abril de 1616, el mismo día que otro genio de la literatura falleciere, William Shakespeare. Esa casualidad ha dado pie a que muchos estudiosos de sus obras llegasen a teorizar que posiblemente se trataba de una misma persona. De hecho, la obra El Quijote, que fue traducida al inglés en sus inicios gozó de mayor éxito en Inglaterra que en España. ¿Y si Cervantes y Shakespeare hubiesen sido la misma persona?
Para ellos que creen esto tengo un dato curioso: es cierto que ambos autores murieron el mismo día, pero el calendario gregoriano que ya estaba en uso en 1616 en España no se aplicó en Inglaterra hasta 1754, lo que significa que Shakespeare le sobrevivió a Cervantes doce días más.