Existe una frase muy trillada que versa así: “Cada generación tiene sus propios retos”. La verdad es que al mirar hacia atrás, observo que cuando yo era joven los retos parecían menores a los que hoy observo con asombro, ya que eran menos complejos que los actuales. No existía la llamada globalización; el mundo estaba dividido en tan solo dos facciones: la occidental y los comunistas. Las normas que lo regulaban eran pocas y hasta antiguas. La tecnología que nosotros considerábamos de vanguardia era sencilla y no le complicaba la vida a nadie. El mundo apenas se despertaba ante nuevos retos e inventos que lo revolucionarían para siempre.
De pronto todo cambió. El Muro de Berlín cayó, el internet nació, el celular acortó distancias, aparecieron los app´s, la Tierra se volvió muy pequeña. Nos percatamos de que lo que sucedía en China afectaba a todo el planeta; que los grupos subversivos que existían y se encontraban arrinconados o por Estados Unidos o por Rusia se convertirían en lo que son hoy: un gran peligro. Con la tecnología surgirían nuevos retos, leyes, infracciones, peligros y con perplejidad o normalidad (dependiendo a quién le pregunten) observamos que una noticia local se podía convertir en internacional.
Pero, ¿estamos realmente preparados para lo que ha sucedido en tan poco tiempo? No lo creo.
Recientemente, varios países se despertaron con una noticia que paralizó a todos. Un ataque cibernético masivo organizado por un grupo de hackers llamados Shadow Brokers había atacado los sistemas de computadoras de una multiplicad de empresas, bancos y compañías ferroviarias a nivel planetario, encriptando los datos que existían en sus terminales y pidiendo un rescate por liberar los mismos. Panamá, experto en rumores, empezó a expandir uno en el que se manifestaba que el virus había llegado a atacar empresas locales. Sea verdad o mentira, este hecho me llevó a preguntarme cuántas personas estarían en capacidad de contar con la preparación para resolver un acontecimiento de esta magnitud. ¿Existe en el país personal educado profesionalmente para un tema tan cambiante como es la tecnología, cuyos orígenes y surgimientos nacen en otros territorios? ¿Podríamos encontrar a alguien que estuviera a la altura de rescatar nuestras computadoras en caso de que el ataque se llevara a cabo? ¿Qué leyes existentes en la actualidad nos amparan ante un delito de esta naturaleza, cuyo origen es internacional? Las respuestas ya las conocemos, pocos o ninguno.
Otros ejemplos que observar y que sirven de base al punto que deseo plasmar son los acontecimientos que se están dando en Colombia y Venezuela. La reciente firma de la paz en Colombia ha traído dificultades a nuestro país en la frontera. Eso no debe asombrarnos, ya que la narcoguerrilla terrorista de las FARC, que vivía de la droga, el secuestro y la venta de armas y cuyo negocio les generaba millones de dólares, ha visto su ingreso mermar con la paz, lo que ha provocado y seguirá provocando que aquellos que no están de acuerdo con la paz por acabar sus negocios, busquen nuevas alternativas para delinquir, lo que consecuentemente traerá nuevos retos para todos.
Igual es el caso de Venezuela. Mientras la situación política sigue empeorando y la guerra civil no declarada se agudice, la emigración hacia Panamá de venezolanos en fuga aumentará.
Y es allí donde está el problema. ¿Dónde están los expertos en política internacional que nos ayuden a entender, mitigar o resolver estas dificultades surgidas en el exterior, pero que merman nuestra seguridad interna? ¿Dónde están las leyes que regulen acontecimientos de esta naturaleza? Seguimos educando a los jóvenes con material e información de otra época, obteniendo resultados anticuados. La mayoría de los que se gradúan hoy de los colegios, insisten en seguir estudiando carreras tradicionales que ya se encuentran sobresaturadas y se olvidan de que el país necesita expertos en los temas que aquejan al mundo. Claro, muchos jóvenes no son ajenos a esta realidad y desean hacer un cambio, pero no cuentan con los recursos, lo que solo nos lleva al mismo resultado. Por eso es que el compromiso debe ser de todos, gobierno, empresas y población.
Panamá ha dejado de ser una isla para formar parte del mundo, con las consecuencias que ello conlleva: nuevas reglas cambiantes y complejas que hay que aprender y nuevos retos externos y ajenos que hay que atacar y trabajar. Lo siento, las normas no las hacemos nosotros, ni las podemos fácilmente cambiar, nos las imponen, pero mientras sigamos solo pensando en el uso de la tecnología como diversión, en escuchar de forma pirateada el último éxito de algún cantante y nos olvides de todo aquello que envuelve esos pequeños detalles estaremos quedándonos en el pasado y quejándonos en el futuro. El reto es ahora.
Existe una frase muy trillada que versa así: “Cada generación tiene sus propios retos”. La verdad es que al mirar hacia atrás, observo que cuando yo era joven los retos parecían menores a los que hoy observo con asombro, ya que eran menos complejos que los actuales. No existía la llamada globalización; el mundo estaba dividido en tan solo dos facciones: la occidental y los comunistas. Las normas que lo regulaban eran pocas y hasta antiguas. La tecnología que nosotros considerábamos de vanguardia era sencilla y no le complicaba la vida a nadie. El mundo apenas se despertaba ante nuevos retos e inventos que lo revolucionarían para siempre.
De pronto todo cambió. El Muro de Berlín cayó, el internet nació, el celular acortó distancias, aparecieron los app´s, la Tierra se volvió muy pequeña. Nos percatamos de que lo que sucedía en China afectaba a todo el planeta; que los grupos subversivos que existían y se encontraban arrinconados o por Estados Unidos o por Rusia se convertirían en lo que son hoy: un gran peligro. Con la tecnología surgirían nuevos retos, leyes, infracciones, peligros y con perplejidad o normalidad (dependiendo a quién le pregunten) observamos que una noticia local se podía convertir en internacional.
Pero, ¿estamos realmente preparados para lo que ha sucedido en tan poco tiempo? No lo creo.
Recientemente, varios países se despertaron con una noticia que paralizó a todos. Un ataque cibernético masivo organizado por un grupo de hackers llamados Shadow Brokers había atacado los sistemas de computadoras de una multiplicad de empresas, bancos y compañías ferroviarias a nivel planetario, encriptando los datos que existían en sus terminales y pidiendo un rescate por liberar los mismos. Panamá, experto en rumores, empezó a expandir uno en el que se manifestaba que el virus había llegado a atacar empresas locales. Sea verdad o mentira, este hecho me llevó a preguntarme cuántas personas estarían en capacidad de contar con la preparación para resolver un acontecimiento de esta magnitud. ¿Existe en el país personal educado profesionalmente para un tema tan cambiante como es la tecnología, cuyos orígenes y surgimientos nacen en otros territorios? ¿Podríamos encontrar a alguien que estuviera a la altura de rescatar nuestras computadoras en caso de que el ataque se llevara a cabo? ¿Qué leyes existentes en la actualidad nos amparan ante un delito de esta naturaleza, cuyo origen es internacional? Las respuestas ya las conocemos, pocos o ninguno.
Otros ejemplos que observar y que sirven de base al punto que deseo plasmar son los acontecimientos que se están dando en Colombia y Venezuela. La reciente firma de la paz en Colombia ha traído dificultades a nuestro país en la frontera. Eso no debe asombrarnos, ya que la narcoguerrilla terrorista de las FARC, que vivía de la droga, el secuestro y la venta de armas y cuyo negocio les generaba millones de dólares, ha visto su ingreso mermar con la paz, lo que ha provocado y seguirá provocando que aquellos que no están de acuerdo con la paz por acabar sus negocios, busquen nuevas alternativas para delinquir, lo que consecuentemente traerá nuevos retos para todos.
Igual es el caso de Venezuela. Mientras la situación política sigue empeorando y la guerra civil no declarada se agudice, la emigración hacia Panamá de venezolanos en fuga aumentará.
Y es allí donde está el problema. ¿Dónde están los expertos en política internacional que nos ayuden a entender, mitigar o resolver estas dificultades surgidas en el exterior, pero que merman nuestra seguridad interna? ¿Dónde están las leyes que regulen acontecimientos de esta naturaleza? Seguimos educando a los jóvenes con material e información de otra época, obteniendo resultados anticuados. La mayoría de los que se gradúan hoy de los colegios, insisten en seguir estudiando carreras tradicionales que ya se encuentran sobresaturadas y se olvidan de que el país necesita expertos en los temas que aquejan al mundo. Claro, muchos jóvenes no son ajenos a esta realidad y desean hacer un cambio, pero no cuentan con los recursos, lo que solo nos lleva al mismo resultado. Por eso es que el compromiso debe ser de todos, gobierno, empresas y población.
Panamá ha dejado de ser una isla para formar parte del mundo, con las consecuencias que ello conlleva: nuevas reglas cambiantes y complejas que hay que aprender y nuevos retos externos y ajenos que hay que atacar y trabajar. Lo siento, las normas no las hacemos nosotros, ni las podemos fácilmente cambiar, nos las imponen, pero mientras sigamos solo pensando en el uso de la tecnología como diversión, en escuchar de forma pirateada el último éxito de algún cantante y nos olvides de todo aquello que envuelve esos pequeños detalles estaremos quedándonos en el pasado y quejándonos en el futuro. El reto es ahora.