¿QUÉ DEBEN ESTUDIAR LOS JÓVENES DE HOY?

Noviembre 27, 2018

¿QUÉ DEBEN ESTUDIAR LOS JÓVENES DE HOY?

Noviembre 27, 2018

Cuando yo fui a la escuela ya casi a finales del siglo pasado, una de las materias a las que más importancia le daban era mecanografía, donde no solo nos enseñaron a escribir en máquinas marca Adler y Olimpia (ahora objetos de museos) sin ver el teclado, sino también a cómo se debía redactar una carta y hasta hacer un sobre.

La verdad es que aquellas tediosas clases y su aprendizaje no me sirvieron para mucho cuando me gradué de la universidad de la carrera de derecho. Ya las computadoras personales hacían su debut y su teclado suave y modernos algoritmos nos facilitaron mucho la vida. Casi de inmediato y sin previo aviso el mundo vio nacer el fenómeno tecnológico más extraordinario jamás visto, el internet, y de allí el resto es historia.

Pero, ¿qué ha sucedido desde el surgimiento de la revolución tecnológica? Las distancias se han acortado, las comunicaciones han hecho posible estar en constante contacto con todo el planeta y nuestra calidad de vida se ha visto modificada de forma importante.

Claro que todo lo bueno también tiene su parte mala. La tecnología está avanzando tan rápido que ya empieza a reemplazar al ser humano en un sinnúmero de tareas y ello debe preocuparnos a todos, sobre todo a los jóvenes que deben entender lo que está sucediendo antes de escoger la carrera que han de estudiar.

Para aquellos que estudian los avances tecnológicos les quedará muy claro que la tecnología cambia  100% cada 18 meses. Esta cifra es real.

Esta revolución constante está impactando a todas las carreras profesionales conocidas. Ya empezamos a ver firmas de abogados que están despidiendo a sus empleados, pues el número de trámites que hoy se pueden hacer en línea sin la intervención de un jurista son múltiples. Existen países que ya ensayan el uso de computadoras que hacen las veces de jueces, aunque parezca increíble.

¿Quiere ser banquero? Bueno, debo informarles que los bancos físicos están desapareciendo por las APP, mediante las cuales usted puede pagar, transferir o recibir dinero y hasta invertir. Uno de los bancos de inversión más grandes del mundo ha eliminado la mitad de su plantilla por un programa que permite al inversionista decidir, con la ayuda de su computadora, en cuáles valores invertir.

¿Quiere ser mesero? Ahora los restaurantes ponen en la mesa una tablet con el menú que incluye hasta fotos donde usted escoge su comida y la orden va directo a la cocina. Solo una persona se encarga de traer los platos a la mesa y recoger los mismos cuando ha terminado. Pero vaticino que pronto hasta esto lo hará un robot.

¿Quiere ser chofer? Ya Google y otras empresas están trabajando en carros autónomos.

Y ni hablar de profesiones como soldados, médicos, maestro o arquitectos, ya existen programas robóticos que hacen las funciones de los mismos en reemplazo de los seres humanos.

Claro que esta situación nos hará más inhumanos y menos personales, pero nadie puede detener el avance que a pasos agigantados está llevando este cambio.

Lejos de preocuparme cuál es la profesión del futuro para los jóvenes panameños, mi preocupación va más allá. Todavía en pleno siglo XXI seguimos hablando del mal estado de las escuelas. Las noticias diarias anuncian el cierre de calles o planteles en reclamación por el estado de los techos, o de alguna tubería rota de las aguas servidas. Los maestros y profesores, que por cierto son menospreciados, mal pagados e irrespetados por todos, luchan por dar clases en edificios y poblados en condiciones deplorables. La tan esperada reforma educativa todavía vive una pelea campal entre los educadores y las autoridades de todos los últimos gobiernos en una permanente lucha por escoger el mejor modelo posible, pero no escogen nada.

Los graduandos escolares solo encuentran opciones educativas tradicionales, saturadas y, como ya dijera, en extinción, en salones universitarios con una sobrepoblación nunca antes vista, con la esperanza de convertirse en alguien cuando se gradúen.

Ha llegado el momento impostergable de hacer un cambio, no solamente en el currículo académico, sino en las carreras, en la forma de ver el mundo y dejar de ser local para incorporarnos a la realidad mundial. O actuamos ahora o pronto veremos manifestaciones de desempleados.

Cuando yo fui a la escuela ya casi a finales del siglo pasado, una de las materias a las que más importancia le daban era mecanografía, donde no solo nos enseñaron a escribir en máquinas marca Adler y Olimpia (ahora objetos de museos) sin ver el teclado, sino también a cómo se debía redactar una carta y hasta hacer un sobre.

La verdad es que aquellas tediosas clases y su aprendizaje no me sirvieron para mucho cuando me gradué de la universidad de la carrera de derecho. Ya las computadoras personales hacían su debut y su teclado suave y modernos algoritmos nos facilitaron mucho la vida. Casi de inmediato y sin previo aviso el mundo vio nacer el fenómeno tecnológico más extraordinario jamás visto, el internet, y de allí el resto es historia.

Pero, ¿qué ha sucedido desde el surgimiento de la revolución tecnológica? Las distancias se han acortado, las comunicaciones han hecho posible estar en constante contacto con todo el planeta y nuestra calidad de vida se ha visto modificada de forma importante.

Claro que todo lo bueno también tiene su parte mala. La tecnología está avanzando tan rápido que ya empieza a reemplazar al ser humano en un sinnúmero de tareas y ello debe preocuparnos a todos, sobre todo a los jóvenes que deben entender lo que está sucediendo antes de escoger la carrera que han de estudiar.

Para aquellos que estudian los avances tecnológicos les quedará muy claro que la tecnología cambia  100% cada 18 meses. Esta cifra es real.

Esta revolución constante está impactando a todas las carreras profesionales conocidas. Ya empezamos a ver firmas de abogados que están despidiendo a sus empleados, pues el número de trámites que hoy se pueden hacer en línea sin la intervención de un jurista son múltiples. Existen países que ya ensayan el uso de computadoras que hacen las veces de jueces, aunque parezca increíble.

¿Quiere ser banquero? Bueno, debo informarles que los bancos físicos están desapareciendo por las APP, mediante las cuales usted puede pagar, transferir o recibir dinero y hasta invertir. Uno de los bancos de inversión más grandes del mundo ha eliminado la mitad de su plantilla por un programa que permite al inversionista decidir, con la ayuda de su computadora, en cuáles valores invertir.

¿Quiere ser mesero? Ahora los restaurantes ponen en la mesa una tablet con el menú que incluye hasta fotos donde usted escoge su comida y la orden va directo a la cocina. Solo una persona se encarga de traer los platos a la mesa y recoger los mismos cuando ha terminado. Pero vaticino que pronto hasta esto lo hará un robot.

¿Quiere ser chofer? Ya Google y otras empresas están trabajando en carros autónomos.

Y ni hablar de profesiones como soldados, médicos, maestro o arquitectos, ya existen programas robóticos que hacen las funciones de los mismos en reemplazo de los seres humanos.

Claro que esta situación nos hará más inhumanos y menos personales, pero nadie puede detener el avance que a pasos agigantados está llevando este cambio.

Lejos de preocuparme cuál es la profesión del futuro para los jóvenes panameños, mi preocupación va más allá. Todavía en pleno siglo XXI seguimos hablando del mal estado de las escuelas. Las noticias diarias anuncian el cierre de calles o planteles en reclamación por el estado de los techos, o de alguna tubería rota de las aguas servidas. Los maestros y profesores, que por cierto son menospreciados, mal pagados e irrespetados por todos, luchan por dar clases en edificios y poblados en condiciones deplorables. La tan esperada reforma educativa todavía vive una pelea campal entre los educadores y las autoridades de todos los últimos gobiernos en una permanente lucha por escoger el mejor modelo posible, pero no escogen nada.

Los graduandos escolares solo encuentran opciones educativas tradicionales, saturadas y, como ya dijera, en extinción, en salones universitarios con una sobrepoblación nunca antes vista, con la esperanza de convertirse en alguien cuando se gradúen.

Ha llegado el momento impostergable de hacer un cambio, no solamente en el currículo académico, sino en las carreras, en la forma de ver el mundo y dejar de ser local para incorporarnos a la realidad mundial. O actuamos ahora o pronto veremos manifestaciones de desempleados.

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