En agosto de 1986 un avión de Aeroméxico que se disponía a aterrizar en el aeropuerto de Los Ángeles se precipitó a tierra sin razón aparente alguna. Cuando los bomberos llegaron al lugar del siniestro se encontraron no con un avión sino con dos. El accidente se trataba, pues, de una colisión, lo que provocó que el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, liberara la tecnología, hasta entonces militar, que hoy conocemos como sistema de posicionamiento global o GPS, por sus siglas en inglés.
Desde esa época hasta ahora esa nación ha sido el principal promotor y ha puesto al servicio de los civiles los desarrollos tecnológicos más avanzados que el ser humano ha creado y conocido. Y fue casualmente durante el periodo comprendido entre los años 1980 a 2000 (aunque hay autores que distinguen otro rango de fechas) que surge la generación que hoy definimos como millennial, milénica o milenial.
Este denominativo es utilizado por primera vez en 1993 y las características que rodean a las personas nacidas en ese espacio de tiempo es que son abiertas a los cambios, preocupadas por el medio ambiente, más tolerantes a las diferencias sociales, ideológicas, religiosas y políticas, culturales, raciales y de género, buscadoras de la comodidad, viajeras y bien preparadas gracias al acceso ilimitado a la información.
Lo más interesante de esta generación, también conocida como Generación Y, es que viven más tiempo en la casa de sus padres, pues temen a independizarse; además de estar permanentemente apegados a los sistemas tecnológicos con una necesidad incontrolada de opinar sobre los tópicos de su interés y de exponer sus costumbres, lugares que visitan y comidas favoritas a través de las llamadas redes sociales.
Por lo general, son dados a no estar apegados a ningún puesto de trabajo por mucho tiempo, pues buscan empleos que les satisfagan y prefieren trabajar desde su casa.
Pero estas características tienen sus implicaciones. Estudios recientes demuestran que la tasa de desempleo de estos jóvenes va en aumento. Claro que ello es así, ya que el trabajo ideal donde uno se sienta 100% feliz no existe y quien les haya hecho creer en eso los engañó. Las redes sociales, que tienen enormes ventajas y que han colaborado a achicar el mundo, transmite de forma errónea que hacerse millonario y dejar una huella en la vida que cambie al mundo es fácil, solo basta con darle un clic a la computadora, inventar un programa tecnológico de vanguardia o crear un juego cibernético contagioso.
La realidad es que quienes han logrado ese éxito son una minoría que no llega ni al 1% de la población mundial, pero su fama rebasa el 100% de los pobladores de la Tierra.
No tener predisposiciones a los temas culturales, ideológicos o raciales es muy bueno, aunque los problemas que aquejan al planeta como el calentamiento global, las guerras, los derechos humanos, las enfermedades o la corrupción no se solucionan subiendo un mensaje de apoyo o rechazo, una carita feliz o triste a su cuenta en una red social. Se soluciona trabajando en muchos casos por horas haciendo cosas que no nos gustan, para llegar al fin que nos gusta.
Las enfermedades las curan los científicos, no los que hacen videos cómicos para Youtube. Luchar contra la corrupción se hace involucrándose en la política del Estado o convirtiéndose en policía, no quejándose con un mensaje larguísimo en Facebook.
De hecho, trabajar menos o estar a la espera en casa de los padres por el trabajo ideal empobrece al país, provoca enfermedades como la diabetes y obesidad (mal que aqueja al planeta) y crea una carga social a la que el gobierno debe hacerle frente.
La Generación Y está encaminada a vivir mucho más tiempo que la generación anterior. De hecho, ya empresas como Google están invirtiendo en estudios que logren prolongar la vida hasta los 200 años. Si hoy en día el tema de la seguridad social es un problema que embate a casi todos los países, imagínense cuando el ser humano viva más tiempo, pero cotice menos, pues si no se trabaja no se cotiza. Súmele a ello un crecimiento exponencial de la población mundial con menos agua y con más basura, ¿qué computadora o red social nos podrá ayudar?
Llevar una vida impersonal tratando a los demás por chats, sin verse a la cara, sin oírse, sin socializar, sin involucrarse y sin esforzarse más allá del simple movimiento de revisar el celular cada 10 segundos, gastando en bienes de marcas y buscando el trabajo que de manera perfecta equilibre la vida laboral y personal, se terminará pagando muy caro, pues el mundo necesita personas de acción, no más especialistas en el uso de equipos tecnológicos o redes sociales. Luego no se pregunten dónde estábamos cuando no haya suficientes doctores, policías o pilotos de avión.
En agosto de 1986 un avión de Aeroméxico que se disponía a aterrizar en el aeropuerto de Los Ángeles se precipitó a tierra sin razón aparente alguna. Cuando los bomberos llegaron al lugar del siniestro se encontraron no con un avión sino con dos. El accidente se trataba, pues, de una colisión, lo que provocó que el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, liberara la tecnología, hasta entonces militar, que hoy conocemos como sistema de posicionamiento global o GPS, por sus siglas en inglés.
Desde esa época hasta ahora esa nación ha sido el principal promotor y ha puesto al servicio de los civiles los desarrollos tecnológicos más avanzados que el ser humano ha creado y conocido. Y fue casualmente durante el periodo comprendido entre los años 1980 a 2000 (aunque hay autores que distinguen otro rango de fechas) que surge la generación que hoy definimos como millennial, milénica o milenial.
Este denominativo es utilizado por primera vez en 1993 y las características que rodean a las personas nacidas en ese espacio de tiempo es que son abiertas a los cambios, preocupadas por el medio ambiente, más tolerantes a las diferencias sociales, ideológicas, religiosas y políticas, culturales, raciales y de género, buscadoras de la comodidad, viajeras y bien preparadas gracias al acceso ilimitado a la información.
Lo más interesante de esta generación, también conocida como Generación Y, es que viven más tiempo en la casa de sus padres, pues temen a independizarse; además de estar permanentemente apegados a los sistemas tecnológicos con una necesidad incontrolada de opinar sobre los tópicos de su interés y de exponer sus costumbres, lugares que visitan y comidas favoritas a través de las llamadas redes sociales.
Por lo general, son dados a no estar apegados a ningún puesto de trabajo por mucho tiempo, pues buscan empleos que les satisfagan y prefieren trabajar desde su casa.
Pero estas características tienen sus implicaciones. Estudios recientes demuestran que la tasa de desempleo de estos jóvenes va en aumento. Claro que ello es así, ya que el trabajo ideal donde uno se sienta 100% feliz no existe y quien les haya hecho creer en eso los engañó. Las redes sociales, que tienen enormes ventajas y que han colaborado a achicar el mundo, transmite de forma errónea que hacerse millonario y dejar una huella en la vida que cambie al mundo es fácil, solo basta con darle un clic a la computadora, inventar un programa tecnológico de vanguardia o crear un juego cibernético contagioso.
La realidad es que quienes han logrado ese éxito son una minoría que no llega ni al 1% de la población mundial, pero su fama rebasa el 100% de los pobladores de la Tierra.
No tener predisposiciones a los temas culturales, ideológicos o raciales es muy bueno, aunque los problemas que aquejan al planeta como el calentamiento global, las guerras, los derechos humanos, las enfermedades o la corrupción no se solucionan subiendo un mensaje de apoyo o rechazo, una carita feliz o triste a su cuenta en una red social. Se soluciona trabajando en muchos casos por horas haciendo cosas que no nos gustan, para llegar al fin que nos gusta.
Las enfermedades las curan los científicos, no los que hacen videos cómicos para Youtube. Luchar contra la corrupción se hace involucrándose en la política del Estado o convirtiéndose en policía, no quejándose con un mensaje larguísimo en Facebook.
De hecho, trabajar menos o estar a la espera en casa de los padres por el trabajo ideal empobrece al país, provoca enfermedades como la diabetes y obesidad (mal que aqueja al planeta) y crea una carga social a la que el gobierno debe hacerle frente.
La Generación Y está encaminada a vivir mucho más tiempo que la generación anterior. De hecho, ya empresas como Google están invirtiendo en estudios que logren prolongar la vida hasta los 200 años. Si hoy en día el tema de la seguridad social es un problema que embate a casi todos los países, imagínense cuando el ser humano viva más tiempo, pero cotice menos, pues si no se trabaja no se cotiza. Súmele a ello un crecimiento exponencial de la población mundial con menos agua y con más basura, ¿qué computadora o red social nos podrá ayudar?
Llevar una vida impersonal tratando a los demás por chats, sin verse a la cara, sin oírse, sin socializar, sin involucrarse y sin esforzarse más allá del simple movimiento de revisar el celular cada 10 segundos, gastando en bienes de marcas y buscando el trabajo que de manera perfecta equilibre la vida laboral y personal, se terminará pagando muy caro, pues el mundo necesita personas de acción, no más especialistas en el uso de equipos tecnológicos o redes sociales. Luego no se pregunten dónde estábamos cuando no haya suficientes doctores, policías o pilotos de avión.