Por allá en el siglo pasado, hacia el año 1976, vi en el cine una película titulada “Fuga en el Siglo XXIII (Logan´s Run)”. Recuerdo que se trataba de una película futurista cuyos efectos especiales fueron merecedores de un Oscar de la academia, pero que hoy nos parecerían ridículos. Una de las escenas de la película mostraba a la legendaria Farrah Fawcett teniendo una conversación telefónica por medio de un teléfono inalámbrico. Recuerdo haber salido del cine pensando lo extraordinario que sería que algún día pudiéramos usar un teléfono que nos permitiera desplazarnos por cualquier parte de la casa mientras hablábamos. Esa imaginación de niño no llegó ni cercanamente a pensar la clase de tecnología que vendría después, que inclusive dejaría en el mayor de los ridículos a los teléfonos inalámbricos.
Aparatos que grababan de la televisión y nos permitían ver películas sin tener que ir al cine (Betamax, VHS); Componentes de música tres en uno; los video juegos de Atari que revolucionaron el mundo; el Walkman que nos permitía llevar la música a donde estuviéramos; el Microondas lo que terminó con el baño María; y, el Fax que nos permitió decir más, en menos tiempo.
Todos estos primeros inventos nos empezaron a cambiar la vida de forma positiva y nos acercaron los unos a los otros al promover reuniones de amigos para ver películas, para jugar video juegos que servían para la distracción o para hacer negocios de forma más eficiente. Quién de los de aquella época no recuerda ir a Galáctica a jugar con sus amigos o simplemente a conversar, había relación entre las personas, había interacción personal.
Dónde dimos la vuelta? No lo sé. La tecnología como era de esperarse siguió avanzando de forma importante, pero en vez de acercarnos como seres humanos nos está alejando.
Ahora todo nos resulta impersonal. Cuando se hizo oficial el uso del Internet y los teléfonos celulares el impacto fue brutal. Podíamos estar en contacto permanente con cualquiera de nuestros amigos o parientes. Podíamos hacer negocios más rápidos, pasar el tráfico mientras resolvíamos situaciones en la casa u oficina. Luego le agregaron SMS que no era otra cosa que un mecanismo para enviar mensajes cortos, pero que la gente encontró ideal para mensajes largos. Luego el BBM y ahora el Whatsapp.
Lo curioso es que lo que nos ha ayudado a mejorar nuestra comunicación nos ha disociado como seres humanos. Ya nadie se llama, hemos tenido que aprender un nuevo idioma, el de los chats y de los mails. Y sí es un nuevo idioma, pues tenemos que aprender a interpretar lo que nos están diciendo y en qué tono no lo dicen. No es lo mismo decir hola personalmente o por teléfono donde podemos escuchar la tonalidad de la voz, a decir hola por un chat, donde no sabemos si vino de mala gana.
Los jóvenes y los novios ya no se hablan, se chatean. Quedan en verse por chat. Atrás quedaron las largas conversaciones telefónicas de los enamorados. Todas las frases del chat las terminan con jaja. No logro entender qué quiere decir eso. Les agregan caritas, deditos, corazones, en fin dibujitos a la comunicación, lo cual a mí, que nací en el siglo pasado, me resultan difíciles de interpretar. Llega uno a un restaurante a comer en familia y todos sus miembros se la pasan chateando, no hablan entre sí. Entonces para qué salieron a comer? Y como si fuera poco, nunca falta uno que traiga su Ipod con unas diez mil canciones y se clave los auriculares para no escuchar nada de nada de lo que le rodea. Se conectan para desconectarse.
Sumado a estas distracciones, los restaurantes han puesto televisores que pasan deportes permanentemente de uno de los 300 canales disponibles. Como para que nadie hable, vean televisor y coman rápido. Se ha perdido el sentido de la degustación, de la buena conversación.
En materia de video juegos, los jóvenes de ahora y algunas personas de mi edad pareciera que se están preparando para la Tercera Guerra Mundial o un ataque alienígena que está muy de moda. Los juegos más populares son Call of Duty cuya misión principal es matar a la mayor cantidad de personas posibles y Grand Theft Auto cuya misión es actuar como un delincuente. Se trata de darle el mayor realismo al jugador para que se sienta como si estuviera dentro de la pantalla. Lo saca de su realidad y lo mete en una realidad virtual, donde no necesita compañía, pues el enemigo lo crea el juego. Será que las grandes empresas que elaboran estos programas nos están guiando así a donde ellos quieren, a un mundo de violencia, donde matar es lo más corriente?
La tecnología también ha llegado a las fiestas. Recuerdan ustedes aquellos tiempos donde colarse en una fiesta era una hazaña que involucraba burlar el seguridad y entrar por la cocina? Bueno la tecnología también cambió eso. Ahora los muchachos que no están invitados a la fiesta llaman a un amigo del primo del hermano de la quinceañera y le piden que los incluya en la lista antes que esta se imprima de la computadora. De esta manera quedan oficialmente invitados y no se pierden de nada. Cuando llegan a la fiesta por supuesto, todos armados con sus celulares, se la pasan chateándose preguntándole a su amigo de al lado hasta el más mínimo detalle, en vez de hablar, de interactuar.
Ha surgido una urgencia de las personas en poner sus vivencias, fotos, pensamientos (aunque sean descabellados o insultantes) en el ciberespacio, que viene hacer algo así como colgarlo en el mundo entero. Esto se ha logrado gracias a la creación del Facebook, Twitter y el Instagram. Salen de viaje familiar y cuando se detienen en algún restaurante a comer lo primero que preguntan no es por el menú, sino por la clave del Wi Fee, para acceder a sus cuentas y subir todo lo que están haciendo y a la siguiente parada revisar cuantos les pusieron “Like”.
En fin es un meollo en el cual nos encontramos sumergidos y que nos está alejando, más que acercándonos, nos está escondiendo las emociones y volviendo personas frías, programadas e impersonales, y sólo nosotros podremos reversar eso.
Por allá en el siglo pasado, hacia el año 1976, vi en el cine una película titulada “Fuga en el Siglo XXIII (Logan´s Run)”. Recuerdo que se trataba de una película futurista cuyos efectos especiales fueron merecedores de un Oscar de la academia, pero que hoy nos parecerían ridículos. Una de las escenas de la película mostraba a la legendaria Farrah Fawcett teniendo una conversación telefónica por medio de un teléfono inalámbrico. Recuerdo haber salido del cine pensando lo extraordinario que sería que algún día pudiéramos usar un teléfono que nos permitiera desplazarnos por cualquier parte de la casa mientras hablábamos. Esa imaginación de niño no llegó ni cercanamente a pensar la clase de tecnología que vendría después, que inclusive dejaría en el mayor de los ridículos a los teléfonos inalámbricos.
Aparatos que grababan de la televisión y nos permitían ver películas sin tener que ir al cine (Betamax, VHS); Componentes de música tres en uno; los video juegos de Atari que revolucionaron el mundo; el Walkman que nos permitía llevar la música a donde estuviéramos; el Microondas lo que terminó con el baño María; y, el Fax que nos permitió decir más, en menos tiempo.
Todos estos primeros inventos nos empezaron a cambiar la vida de forma positiva y nos acercaron los unos a los otros al promover reuniones de amigos para ver películas, para jugar video juegos que servían para la distracción o para hacer negocios de forma más eficiente. Quién de los de aquella época no recuerda ir a Galáctica a jugar con sus amigos o simplemente a conversar, había relación entre las personas, había interacción personal.
Dónde dimos la vuelta? No lo sé. La tecnología como era de esperarse siguió avanzando de forma importante, pero en vez de acercarnos como seres humanos nos está alejando.
Ahora todo nos resulta impersonal. Cuando se hizo oficial el uso del Internet y los teléfonos celulares el impacto fue brutal. Podíamos estar en contacto permanente con cualquiera de nuestros amigos o parientes. Podíamos hacer negocios más rápidos, pasar el tráfico mientras resolvíamos situaciones en la casa u oficina. Luego le agregaron SMS que no era otra cosa que un mecanismo para enviar mensajes cortos, pero que la gente encontró ideal para mensajes largos. Luego el BBM y ahora el Whatsapp.
Lo curioso es que lo que nos ha ayudado a mejorar nuestra comunicación nos ha disociado como seres humanos. Ya nadie se llama, hemos tenido que aprender un nuevo idioma, el de los chats y de los mails. Y sí es un nuevo idioma, pues tenemos que aprender a interpretar lo que nos están diciendo y en qué tono no lo dicen. No es lo mismo decir hola personalmente o por teléfono donde podemos escuchar la tonalidad de la voz, a decir hola por un chat, donde no sabemos si vino de mala gana.
Los jóvenes y los novios ya no se hablan, se chatean. Quedan en verse por chat. Atrás quedaron las largas conversaciones telefónicas de los enamorados. Todas las frases del chat las terminan con jaja. No logro entender qué quiere decir eso. Les agregan caritas, deditos, corazones, en fin dibujitos a la comunicación, lo cual a mí, que nací en el siglo pasado, me resultan difíciles de interpretar. Llega uno a un restaurante a comer en familia y todos sus miembros se la pasan chateando, no hablan entre sí. Entonces para qué salieron a comer? Y como si fuera poco, nunca falta uno que traiga su Ipod con unas diez mil canciones y se clave los auriculares para no escuchar nada de nada de lo que le rodea. Se conectan para desconectarse.
Sumado a estas distracciones, los restaurantes han puesto televisores que pasan deportes permanentemente de uno de los 300 canales disponibles. Como para que nadie hable, vean televisor y coman rápido. Se ha perdido el sentido de la degustación, de la buena conversación.
En materia de video juegos, los jóvenes de ahora y algunas personas de mi edad pareciera que se están preparando para la Tercera Guerra Mundial o un ataque alienígena que está muy de moda. Los juegos más populares son Call of Duty cuya misión principal es matar a la mayor cantidad de personas posibles y Grand Theft Auto cuya misión es actuar como un delincuente. Se trata de darle el mayor realismo al jugador para que se sienta como si estuviera dentro de la pantalla. Lo saca de su realidad y lo mete en una realidad virtual, donde no necesita compañía, pues el enemigo lo crea el juego. Será que las grandes empresas que elaboran estos programas nos están guiando así a donde ellos quieren, a un mundo de violencia, donde matar es lo más corriente?
La tecnología también ha llegado a las fiestas. Recuerdan ustedes aquellos tiempos donde colarse en una fiesta era una hazaña que involucraba burlar el seguridad y entrar por la cocina? Bueno la tecnología también cambió eso. Ahora los muchachos que no están invitados a la fiesta llaman a un amigo del primo del hermano de la quinceañera y le piden que los incluya en la lista antes que esta se imprima de la computadora. De esta manera quedan oficialmente invitados y no se pierden de nada. Cuando llegan a la fiesta por supuesto, todos armados con sus celulares, se la pasan chateándose preguntándole a su amigo de al lado hasta el más mínimo detalle, en vez de hablar, de interactuar.
Ha surgido una urgencia de las personas en poner sus vivencias, fotos, pensamientos (aunque sean descabellados o insultantes) en el ciberespacio, que viene hacer algo así como colgarlo en el mundo entero. Esto se ha logrado gracias a la creación del Facebook, Twitter y el Instagram. Salen de viaje familiar y cuando se detienen en algún restaurante a comer lo primero que preguntan no es por el menú, sino por la clave del Wi Fee, para acceder a sus cuentas y subir todo lo que están haciendo y a la siguiente parada revisar cuantos les pusieron “Like”.
En fin es un meollo en el cual nos encontramos sumergidos y que nos está alejando, más que acercándonos, nos está escondiendo las emociones y volviendo personas frías, programadas e impersonales, y sólo nosotros podremos reversar eso.